1800, Miguel Hidalgo se ausenta de su curato

El cura Hidalgo había adquirido tres pequeñas haciendas al esté de Valladolid y  sobre el camino real a la ciudad de México, en las jurisdicciones de los partidos de Taximaroa (hoy ciudad Hidalgo) e Irimbo. Las fincas nunca gozaron de una muy saneada economía, debido a que su dueño tenía poco tiempo para atenderlas o porque los gastos y compromisos de éste rebasaban a menudo el renglón de los ingresos. 

En su afán de hacerlas rendir más de lo que sus administradores lograban, el cura pidió licencia para ausentarse de su curato, para enero de 1800 se trasladó a la principal de las fincas: Xaripeo, con el propósito de entregarse unos meses a las actividades agrícolas y ganaderas.

Lo indicado hubiera sido trasladarse unos días a Valladolid o a Querétaro, donde tantos conocidos tenía. Pero no quiso alejarse demasiado de Xaripeo, ya que esperaba levantar una buena cosecha, y tomando como pretexto la Semana Santa, en la que se suspenden las labores, marchó al cercano pueblo de Taximaroa, a rezar… y curiosear. Y en breve, ya era el centro de una improvisada peña literaria que se reunía en la casa del cura Antonio Lecuona, viejo amigo de los tiempos de Corralejo, en dichas reuniones habló sobre cuestiones políticas y religiosas dejando boquiabiertos a los oyentes, uno de los cuales, Fray Joaquín Huesca, después de  librar una prolongada lucha interior y en descargo de su conciencia, se presentó en 16 de julio de 1800, ante el comisionado del Santo Oficio de Celaya, para denunciar las herejías, blasfemias y ofensas al rey que escuchó de los labios de Miguel Hidalgo.

Posibles orígenes de la rebelión Insurgente

Durante las fiestas Hidalgo aprovechaba las reuniones para dar lectura a libros prohibidos, entre otros muchos el Código de Napoleón, que sería la base de las leyes que regirían los destinos de México en el período de la Independencia, cosa que se comprueba en la causa instruida por el Tribunal de la Inquisición, contra el padre Uranga, rector que fue del Colegio de San Nicolás.

El conocimiento y dominio de la lengua francesa, le dio oportunidad a Hidalgo para hacer traducciones de las tragedias de Racine y de la comedia EI Tartufo de Molière; en ésta se pone de realce la hipocresía humana y se exhibe a la aristocracia y a los miembros del clero, por lo que hubo de ser prohibida en la culta espiritual corte de Francia, antes de que se viniese abajo. Esta comedia la hizo  representar en su casa por los feligreses, a la que acudían tanto el pobre como el rico, y se aprovechaba al impartir sus clases como en las reuniones sociales, para hacer prosélitos de su causa. 

Cabe señalar que las comedias de Molière, fueron también, la semilla de la Revolución Francesa. 

Henry Peyre, una de las mayores autoridades en clasicismo dice: «Las mejores obras del clasicismo literario francés —Racine, Molière, La Fontaine y Bossuet, los clásicos por antonomasia— fueron emoción, pasión, audacia, innovación y estilización artística».

El prestigio de Hidalgo como hombre culto y de talento cunde por todas partes, es tal vez el principal introductor en el país de las nuevas ideas que vienen de Francia.

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