Frustrada esta salida, que tenía por principal objeto abrir comunicación con el padre Torres para proveerse de víveres y de agua, Mina se persuadió que la rendición del Fuerte era inevitable, si él mismo no salía a traer los auxilios necesarios. Para llevar a efecto su proyecto, en la noche que siguió al ataque del campamento de Negrete, aprovechando el mucho viento y obscuridad que había, salió con Borja, Ortiz y sus asistentes, dejando el mando del fuerte al Coronel Young y burlando, aunque con mucho trabajo, la vigilancia de los realistas, arrojándose por los despeñaderos de la bajada más pendiente del cerro, logró pasar sin ser sentido por entre sus avanzadas, y llegar a los campos vecinos, no habiendo perdido en esta operación ni un solo hombre.
En su ausencia toman el fuerte del Sombrero
Mina, habiendo logrado salir del fuerte del Sombrero, se dirigió al de los Remedios con 100 hombres de caballería, y a su tránsito entre León y Silao encontró a un Cuerpo de caballería realista la que desbarató, quedando muerto el Comandante, que fue lanzado y arrastrado, ejercicio en que eran muy diestros los insurgentes.
A su llegada a los Remedio el 17 de agosto halló al padre Torres ocupado en concluir las fortificaciones de aquel punto, aprovisionarlo y hacer todos los preparativos de defensa, pues no dudaba que sería sitiada por Liñán luego que se hubiese rendido el Sombrero, lo que tenía, por cierto que en breve debía suceder.
A instancias de Mina, dio Torres orden a todos los Comandantes que le obedecían para que se reuniesen, con el fin de hacer todavía algún esfuerzo a favor de los sitiados en el Sombrero, pero dos días después se supo la toma de este fuerte, noticia que afligió mucho a Mina, aunque sin saber todavía cuán grande había sido la pérdida de los suyos, que había sufrido; algunos de estos que lograron escapar y se fueron presentando, no estaban informados de los pormenores, y aunque habiendo mandado varias personas para que recogiesen a los que andaban dispersos dado varias sólo se pudieron reunir 31; esperaba todavía que los demás habrían podido huir y unirse a la caballería de Ortiz.
Mina deja sus hombres en Los Remedios
Obligado por tal suceso a variar su plan acordó con el padre Torres que éste se quedaría para la defensa del fuerte, mientras Mina con un cuerpo de 900 caballos recorría el lugar circunvecino, con el fin de impedir que los realistas recibiesen víveres y proporcionarlos a la guarnición que quedaba en Los Remedios. En consecuencia de este convenio, Mina salió con la gente que Torres puso bajo sus órdenes, dejando en el fuerte para auxiliar a su defensa, casi todos los extranjeros, con los que Mina quedó reducido a sólo los recursos de su ingenio, puesto a la cabeza de una reunión de insurgentes sin organización, sin disciplina y acostumbrados a huir a la vista de los realistas.
Los primeros Cuerpos de ejército de Liñán se presentaron delante de Los Remedios el 27 de Agosto, y fueron tomando posición en la circunferencia del Fuerte. La guarnición ascendía a 1, 500 hombres, de los cuales, 300 habían sido instruidos por Novoa, y los demás, aunque sin disciplina para combatir en campo raso, eran suficientes para defenderse cubiertos por parapetos. El mando superior lo tenía el padre Torres, pero todo se hacía por dirección del Coronel Novoa y de los oficiales de Mina. Varios jefes insurgentes habían ocurrido para la defensa del Fuerte, y entre ellos el indultado General Don Manuel Muñiz, que como otros de su clase había vuelto a tomar las armas, alentados por las ventajas obtenidas por Mina al principio de su expedición.
Manda fusilar a 31 prisioneros
Mina, saliendo de San Gregorio, se dirigió a la Tlachiquera, hacienda situada en el reverso del Norte de la sierra de Guanajuato; allí lo esperaba Ortiz con su gente, a la que se habían reunido 19 hombres de la división de Mina, que eran los únicos que habían escapado del Sombrero. Uniéndose Don José María Liceaga, que tenía el empleo de Capitán General, pero que no ejercía mando alguno desde que se retiró de Tehuacan, después de la disolución del Congreso.
La primera expedición de Mina fue a la hacienda del Bizcocho, y aunque la gente armada que la defendía se hizo fuerte en la iglesia y el campanario, se rindió con poca resistencia, habiendo huido el administrador, que era al mismo tiempo Comandante. Mina, resentido por la matanza de los suyos hecha por Liñán en el cerro de Sombrero, mandó fusilar a 31 prisioneros que cayeron en su poder, y prendió fuego a la hacienda. Siguió de allí al pueblo de San Luís de la Paz, que estaba fortificado, como todos en aquel tiempo, y tenía una corta guarnición de tropa de línea además del vecindario, armado.
Alianza con el padre Torres
Instado por Torres, Mina se acercó a los Remedios, pero persuadido de ser empresa temeraria intenta con la gente que tenía atacar a Liñán en su campamento, volvió atrás desde la hacienda de la Sardina, dirigiéndose hacia la sierra de Guanajuato, y en el llano de Silao se le unió Moreno con alguna caballería. Liñán hizo resguardar el molino de Cuerámaro, que creyó amenazado, en que tenía todo el acopio de trigo y harinas para su ejército, y descontento de la lentitud de Andrade, comisionó al Coronel Orrantía con los dragones de San Luís, San Carlos, Frontera, Sierra Gorda y piquetes de otros Cuerpos de caballería, para seguir a Mina, el cual no creyó prudente esperarlo.
Condiciona el padre Torres a Mina
Este trató de convencer al Padre Torres de que el único medio que había para hacer levantar el sitio de los Remedios, era llamar la atención de los sitiadores a otro punto que les importase conservar, tal como Guanajuato, de cuya ciudad creía fácil hacerse dueño y cuyo ataque le propuso; pero Torres lejos de aprobar esta idea, dio orden a los jefes que de él dependía, para que sólo siguiesen a Mina en el caso de conducirlos a atacar a Liñán. Mina supo por algunos desertores que se le presentaron de los Cuerpos europeos, que en el campo de los sitiadores estaba reducido a mucha escasez de víveres, pues con sus continuas correrías había logrado impedir la llegada de éstos, mientras que todo abundaba en los Remedios, y por las noticias que los mismos le dieron, concibió la esperanza de que los siguiesen otros muchos de aquellas tropas, que se hallaban descontentos, no obstante estar mejor atendidas aquellas, pues acabando de llegar de la capital, estaban bien provistas de vestuario y calzado, de que carecían los últimos, que hacía tiempo estaban en aquella provincia.