El grueso de los socios de Caja Popular Mexicana no la sienten suya. No es suya la sociedad cooperativa. En los últimos años un reducido grupo de burócratas se han apoderado del control corporativo y financiero. Los socios no son socios. Son simples clientes. La caja no es suya. Un grupúsculo lo toma como suya. Y corre el riesgo de quedarse con ella.
Las cajas de ahorro en México surgen a mediados del siglo pasado como resultado de exhortos de la iglesia católica por unir a la sociedad en tareas de valores, organizacionales diversas y productivas. Corresponde a los padres Pedro y Manuel Velázquez promover los primeros centros de ahorro a un lado de las parroquias.
En Irapuato, Guanajuato, se fundó la Caja Popular Hidalgo. Otros tiempos. Hablo de principios de los años 70. Cincuenta años. Ir a misa. Pasar a tomar chocomiles y dejar un ahorro que se apuntaba en una libreta. De ese mismo ahorro llegaba otra persona y pedía un préstamo que pagaba con puntualidad y pequeños intereses.
Y más que un centro de ahorro social las cajas de esa época eran un núcleo de hermanamiento. Las representantes organizaban viajes cortos y festividades locales. Era el ahorro y el préstamo como un medio, pero prevalecían los valores de comunidad.
Al paso del tiempo el número de cajas de ahorro fue creciendo en todo el país. Los pequeños locales se convirtieron en lugares cada vez con mayor demanda de ahorro y de crédito. Los encargados eran voluntarios. Con el tiempo se requirió de la contratación de un gerente, luego de una secretaria. De un local más formal. De cajeros.
Los sacerdotes y las cabezas sociales de grupo se fueron articulando regionalmente hasta lograr un carácter nacional y años después – ya siendo una organización fuerte – se requirió de la figura jurídica para operar.
Para esto tuvieron que pasar décadas y el proceso de organización social fue madurando, creciendo, hasta lograr organizaciones regionales fuertes. En el centro del país (San Luis Potosí, Querétaro, Michoacán, Jalisco y Guanajuato) se dieron los primeros signos de organizaciones sólidas.
En esta historia se dieron casos de éxito y de fracasos. Se presentaron fraudes. En realidad fueron experiencias ajenas al espíritu cooperativo. Fueron cadenas de fraudes en el norte y centro del país (se abría un local con la leyenda de caja El Arbolito – otro nombre – y acudían las personas al ahorro con buenos intereses. Acudía más gente y finalmente el local cerraba) También se generaron experiencias sanas, como fue el caso de Caja Popular Mexicana. Otros casos lamentables como la Libertad, con un enorme manoseo de la clase política.
Fue hasta la década de los 90 cuando se dieron los acercamientos más formales entre las representaciones nacionales de las federaciones de cajas de ahorro con funcionarios federales de Hacienda.
Se definió como Sociedades de Ahorro y Préstamo (SAP). Así comenzó la regularización de este sector. Fue un logro en el camino a cincuenta años de creadas.
A medidos de la década de los 90 Caja Popular Mexicana, como SAP, dio grandes saltos para la mejora continua. También existieron notables ejemplos en otras partes del país. Incluso se formó el Consejo Mexicano de Ahorro y Préstamo (COMACREP)
Desde sus inicios las cajas de ahorro de Guanajuato, particularmente de León, fueron el ejemplo nacional de organización social.
A la fecha, el ejemplo más notable por sus más de tres millones de socios es precisamente el de Caja Popular Mexicana. Es la cooperativa financiera más grande de América Latina.
Y precisamente el gran salto fue en Guanajuato, en paralelo al despegue de la carrera política de Vicente Fox Quesada.
Con su perfil de empresario llega a gobernador a mediados de los 90 con el ánimo de construir un sistema financiero local para el estado de Guanajuato y es como inician los primeros acercamientos con el entonces director cajista Bernardo Diosdado Robles.
Como todo en lo iluso, se plantearon muchos escenarios que no se concretaron. A través del Sistema de Financiamiento al Desarrollo (SEFIDE) a cargo de Norbeto Roque Díaz de León – que había estado como delegado de Nacional Financiera (NAFIN) – se desarrolló una cultura de fomento al ahorro popular. VFQ acudió a Irapuato, a la Ciudad de Guanajuato y a Valle de Santiago, para inaugurar oficinas.
Diosdado Robles enfermó y su lugar fue ocupado por el irapuatense Ramón Imperial Zúñiga. Y esa relación institucional que se inició en Guanajuato se trasladó a nivel nacional cuando Fox llega a la presidencia de la República. A partir del año 2000 se dio el gran salto para que la figura jurídica fueran sociedades cooperativas. El anhelo de los fundadores, donde todos seamos iguales. Mismos derechos y obligaciones. La cooperativa para beneficio de sus socios.
Para estas fechas el largo camino recorrido por dirigentes de cajas ante la Cámara de Diputados dio sus frutos. Por fin, luego de más de cincuenta años de creadas una figura jurídica con la esencia de la organización social para el progreso colectivo.
Sin embargo el gran logro de este objetivo ha perdido el espíritu colectivo, desde la cúpula hasta las bases. En la cúpula los directivos en turno creen que la cooperativa es de ellos y en las bases los socios se ven como clientes.
Al paso del tiempo los directivos han aprendido – al viejo estilo del PRI y del PAN y de todos los partidos – a simular asambleas con gente del contentillo. Y es así como intentan legitimar sus procesos de asambleísmo. Los directivos saben que sus procedimientos sociales no son auténticamente democráticos. Este vicio prospera porque al grueso de los socios no les interesa participar porque tampoco tienen una formación cooperativa o porque son excluídos (sobre todo a aquellos con sensibilidad social y que ven estos males)
La cúpula de CPM ha logrado el esquema del priato – el origen – y de los partidos y gobiernos: pintar números. Exhibir fotos de participación social y de socios. El acarreo en pleno. El engaño. Y mediante un aparato legaloide tienen todo blindado: las mañas de la política en su máxima expresión.
El grado de la exageración es la manga ancha para invertir en patrocinios. Fútbol. Béisbol. Millones y millones en los últimos 20 años. Quizá hasta 300 millones de esos – visto desde fuera –
He sido socio de toda la vida junto con mis hermanos, sobrinos, primos. En el tiempo fui cabildero de CMP y proveedor de servicios publicitarios y soy coautor del libro Banca Social y realicé dos investigaciones más sobre la historia del cooperativismo en México cuyos trabajos se entregaron en tiempo y firma alrededor del año 2005.
En los últimos años me he declarado en huelga como socio. No renuncio a la sociedad cooperativa pero me mantengo activo con pequeños movimientos. Estoy acudiendo a la Condusef, al SAT, a la STyPS y a la SHCP, para que se revise el esquema crediticio. No somos vistos como socios – socios. Somos vistos como clientes. Los estados financieros son cuentas alegres. Como socios NO tenemos NINGÚN rendimiento de nuestra parte social.
Además, con la eventual salida de Cirilo Rivera Rivera, de la dirección general de Caja Popular Mexicana, se está en mayor riesgo de perderse el espíritu cooperativo para convertirse en clientelar. Una nueva generación de burócratas se ha apoderado de esta gran institución y ya la están haciendo “propia”.
Por la formación que tengo, por lo contribuido a la CMP y al sector cooperativo en general en este país, he tomado la decisión de dar este paso: señalar y actuar antes de que la cooperativa se convierta en una propiedad privada para unos pocos.
El asambleísmo democrático debe de retomarse. Cuentas claras y más apoyo a los socios emprendedores. Basta de privilegios para la burocracia dorada de esta institución.
Mi señalamiento no se queda en lo personal. Sostengo que recoge las inquietudes de miles de socios que tiene claridad en el antecedente y en el momento actual con los riesgos del fututo.
Evidentemente no deseo un mal a la institución a la que pertenezco de toda la vida junto con mi familia vieja y reciente. Deseo y participo porque venga lo mejor antes de que perdamos a esta gran cooperativa.
México posee un rico antecedente de ejercicios cooperativos. Desafortunadamente la falta de educación cooperativa, la corrupción, impidieron el sano desarrollo de las centenares, miles de cooperativas y del sector en general.
Ya perdimos Excélsior, que era cooperativa. Estamos perdiendo la cementara Cruz Azul y la refresquera Pascual Boing se tambalea.
La responsabilidad es enderezar el barco en Caja Popular Mexicana porque se trata de una gran historia. De un grandísimo legado social. No señalar, no actuar, es caer en una enorme irresponsabilidad histórica como socio.