Francisco Ballesteros Guadarrama, quien se formara como fotógrafo con Jesús Avitia, asistente de Álvaro Obregón, al principio fue fotógrafo de la sección policíaca. No obstante, desde su llegada a Guanajuato en los años 40, se dedicó a recorrer los barrios con una cámara Noba Pedestal 5 x 7, a la que adaptó lentillas de microscopio y cristales pulidos a mano.
Trabajó principalmente la fotografía arquitectónica, donde a la distancia puede apreciarse una constante: la presencia del punto de fuga. Su obsesión por la pintura renacentista fortaleció sus primeras imágenes, que más allá de 1950 se enriquecieron con la influencia del cine.
A partir de entonces buscaba a la fotografía para añadir dramatismo barroco a las placas de su segunda etapa artística, que concluyó en 1966 cuando experimentó por algunos meses con una cámara estadounidense de formato súper 8, rearmada con piezas alemanas y francesas.
En las imágenes del “Legado de Ballesteros” se pueden apreciar varias zonas de la ciudad de Guanajuato como: la plazuela de los Ángeles, calle 5 de Mayo, el callejón de Cuatro Vientos, la calle Alhóndiga, Pocitos, San Roque, Galarza, Jardín Reforma, Avenida Juárez, Callejón del Beso, Plaza de la Paz, Calle Alonso, Calle de la Tenaza, el Baratillo, Pasaje Van Humboldt, entre otros.