Nació el 18 de enero de 1775 en la hacienda de Dagas, en Lagos, Jalisco. Sus padres fueron Don Manuel Moreno y doña Rosalía González, eran personas acomodadas, propietarias de varias fincas rurales, entre las que se contaba esa misma hacienda de la Daga, donde vivió casi siempre don Pedro. Muy joven, se casó con Rita Pérez Jiménez, mujer valiente y comprometida que tampoco dudó en hacer suya, y de su familia, la vida en la guerrilla a favor de la causa insurgente.
Pedro Moreno se dedicaba a las labores del campo y cuando estalló la revolución de Dolores no cambió su vida tranquila, a pesar de que no ocultó, sus simpatías por la causa de la Independencia. Estableció su domicilio en la Villa de Lagos, donde en una época se desempeñó como Regidor.
A principios de 1814, se retiró a su hacienda de la Sauceda, donde seguido de algunos de sus amigos y de sus sirvientes, a quienes había armado, se declaró resueltamente por la causa nacional; inmediatamente empezó a ser perseguido por el Comandante don Hermenegildo Revuelta.
Moreno exploró la sierra de Comanja, y encontrando el cerro del Sombrero para sus proyectos lo fortificó. Ahí se estableció y consiguió en diferentes ocasiones rechazar a los ataques de Brilanti y de otros jefes realistas. Una de las acciones más notables fue la dada contra Monsalve en mayo de 1816, cuando lograron reunirse numerosas partidas de insurgentes en todo el Bajío: creyendo Monsalve fácil empresa apoderarse de Comanja después del éxito que había tenido en San Pedro, atacó la fortaleza, pero fue rechazado, sufriendo considerables pérdidas. La presencia del padre Torres en el cercano cerro de los Remedios, que a su turno había fortificado, sirvió mucho para hacer más sólida la posición de Moreno en el Sombrero, no obstante que cada día, materialmente iba viéndose más abatida la revolución.
En los últimos días de junio de 1817, tuvo noticia Mina, por la partida de Nava, del fuerte del Sombrero y de su Comandante y sin dilación envió a un oficial a saludar a Don Pedro Moreno; la respuesta fue una invitación para que Don Francisco Javier Mina llegase al fuerte, como lo verificó el día 24, siendo perfectamente recibido, pues hasta allí había llegado la noticia de sus hazañas. Desde ese momento se unieron los dos cabecillas. Moreno puso todos sus elementos a disposición de Mina, que el 28 del mismo mes salió a combatir a Ordóñez y demostró, con la completa victoria que obtuvo, que los mexicanos lo único que necesitaban eran buenos jefes que los llevasen al combate, pues su valor suplía a todos los demás, aun a la falta de armas.
Moreno, unido desde entonces a Mina, lo acompañó a otras expediciones, como a la de la hacienda del Jaral, en la que los insurgentes se hicieron de un botín de $140,000.
El realista Pascual Liñán, puso sitio en el fuerte del Sombrero a partir del 31 de julio de 1817. En los primeros días, el sitio fue soportable y se creyó fácil aprovisionar el Fuerte desde fuera, pero varias tentativas hechas en ese sentido fracasaron. Mina salió la noche del 8 de agosto de 1817, con intención de introducir víveres, pero no pudo conseguir su objetivo. Días después, el 19 de agosto de 1817, Pedro Moreno y demás insurgentes intentaron romper el sitio de Fuerte, enviaron a las mujeres y niños por delante. Fueron descubiertos y se inició el fuego. Don Pedro Moreno logró escapar.
Moreno se separó de Mina para reunir alguna gente de caballería, como lo hizo, y a mediados de septiembre de 1817, se volvió a unir con él; tomó parte en la desgraciada acción de la Caja, pero no en el asalto del Venadito, llegó Moreno con unos cuantos caballos, y ambos jefes creyeron que podían descansar con tranquilidad. Al amanecer del 27 de octubre, fueron sorprendidos por Orantia; Moreno, que era de estatura colosal y de gran fuerza, por lo que le decían “El Toro”, murió heroicamente defendiéndose de un crecido número de contrarios. Mina quedó prisioneros ese día y a poco fue fusilado.