Miguel Mateo Maldonado y Cabrera nació el 27 de febrero de 1695 en Antequera, actual ciudad de Oaxaca, México. Es considerado el máximo exponente de la pintura virreinal novohispana del siglo XVIII.
Fue hijo de padres desconocidos y ahijado de una pareja de mulatos. Se trasladó a la Ciudad de México en 1719, donde inició su preparación artística. Su obra se divide en tres géneros: arte sacro, retrato y pintura de castas. Pintó retablos en la iglesia jesuita de Tepotzotlán, Estado de México, en la iglesia de Santa Prisca en Taxco, Guerrero y en las catedrales de la ciudad de México y Puebla. En 1740 se casó con María Solano y Herrera en la Ciudad de México.
Cabrera no sólo era pintor, sino que participó también en el intento de fundar una academia de Artes en 1753 y en 1756 se consagró como un intelectual, no sólo como artista, ya que publicó una narración sobre la imagen de la Virgen de Guadalupe en la imprenta del colegio jesuita de San Ildefonso. Su producción incluye además de la pintura de caballete, diseño de retablos, obras de gran formato, así como pequeñas obras en cobre y escudos de monja.
La pintura religiosa de Cabrera en específico, posee enormes cualidades. Es una pintura delicada que produce figuras de notable belleza, una belleza entendida bajo los supuestos ideológicos de la devoción propia de la época. Es un arte refinado que posee una riqueza cromática bien dispuesta, se sostiene por un gran trabajo de composición y no menos importante, un dibujo sutil y expresivo.
Miguel Cabrera fue de todos los pintores de esa época, el de mayor personalidad; el tratamiento convencional en sus figuras fue sin duda la base de su manera de pintar, pues colocaba en sus cuadros modelos que no eran ideales, sino que correspondían a personas que el artista conocía y trataba, como cuando incorporaba en algunos cuadros, retratos de donadores o de los llamados “prelados” pues tenía la necesidad de observar directamente y copiar de la naturaleza. Poseía Cabrera además de un indiscutible buen gusto, un buen dibujo (ya mencionado anteriormente), especialmente de los rostros, además, sus obras poseen cierta dulzura y una belleza cándida que lo diferencia de los demás artistas. Su estilo se amoldó al gusto de su tiempo, hecho que le otorgó gran prestigio.
Fue nombrado pintor de cámara del arzobispo Manuel Rubio y Salinas, quien le encargó estudiar y pintar la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, reproduciendo el ayate. La imagen fue enviada al papa Benedicto XIV, de quien obtuvo el máximo reconocimiento como pintor guadalupano. Entre los retratos que realizó, destacan el realizado a Sor Juana Inés de la Cruz, resguardado en el Museo Nacional de Historia, y el de Juan de Palafox y Mendoza, ubicado en el Museo de Arte Colonial de Morelia, Michoacán, México.
Obras
Miguel Cabrera destaca en el género del retrato. No se reduce a la aplicación de recetas y convenciones, sino que a pesar de ellas proyecta a los sujetos, siendo el pintor de su situación pero también de su individualidad.
Sus magníficos retratos de monjas, Sor Juana Inés de la Cruz (Museo Nacional de Historia), Sor Francisca Ana de Neve (sacristía de Santa Rosa de Querétaro) y Sor Agustina Arozqueta (Museo Nacional del Virreinato, en Tepotzotlán), son tres homenajes a la mujer: a su intelecto, su belleza y su vida interior.
Obra notable es el magnífico retrato Doña Bárbara de Ovando y Rivadeneira y su ángel de la Guarda; así como el extraordinario retrato de doña Luz de Padiña y Cervantes (Museo de Brooklyn) y el no menos notable que hizo de la Mariscala de Castilla.
Pintó a Fray Toribio de Nuestra Señora (Templo de San Fernando, Ciudad de México), al Padre Ignacio Amorín (Museo Nacional de Historia) y al propio Manuel Rubio y Salinas (Taxco, Chapultepec y la catedral de México); también a nobles y benefactores como el Conde de Santiago de Calimaya y los miembros del consulado de la ciudad de México.
Destacó como pintor costumbrista, es autor de Castas. Ésta es una serie de dieciséis pinturas, de las cuales conocemos doce (ocho están en el Museo de América en Madrid, tres en Monterrey, y otra en los Estados Unidos). Finalmente, Miguel Cabrera murió en 1768.
La obra de Miguel Cabrera está presente en numerosas colecciones públicas y privadas, como la Pinacoteca de La Profesa, la Colección Andrés Blaisten en México y el Museo de América de Madrid, que cuenta en su acervo con parte de la espléndida serie de castas que realizó el pintor y que está integrada por dieciséis pinturas, quizás una de sus obras maestras. Dicha serie se encuentra entre México, España y Estados Unidos.
Se tiene registro de la muerte del artista el 16 de mayo de 1768. En diciembre de 2008, el Museo de América de Madrid enriqueció su patrimonio con la adquisición de otras tres obras del pintor.
Fuentes: Colección Blaisten y México Desconocido.