Orozco y Berra fue uno de los sabios más eminentes que ha tenido México. Geógrafo, lingüista, paleógrafo, historiador, dejó obras que cada una por sí le habría dado fama y renombre al que también fue director del Museo Nacional y catedrático de historia en la Escuela de Minería.
Manuel Orozco y Berra nació en la ciudad de México, el 8 de junio de 1816.
Su vida es notable en todos los aspectos. Estudió en el Colegio de Minería, donde obtuvo el título de Ingeniero en Topografía, después se mudó a Puebla donde se recibió como abogado en el Seminario Palafoxiano. Atraído por la vida pública, inició su carrera política como secretario del gobierno de Puebla.
En la Ciudad de México para el año de 1852, trabajó en el Archivo General de la Nación.
Después fue ministro de Fomento, miembro de la Comisión nombrada por Maximiliano para presentar un proyecto de división territorial y luego subsecretario de Fomento. A esta última circunstancia se debió, seguramente, la vida paupérrima que le arrancó la frase hoy famosa: “Cuando tengo tiempo [para sus estudios], no tengo pan; cuando tengo pan me falta tiempo”, pues el gobierno republicano lo sentenció a cuatro años de prisión y 4 000 pesos de multa, y por mucho tiempo sufrió las molestias que los “liberales” impusieron a los “conservadores” vencidos.
Fue ministro de la Suprema Corte de Justicia (1863).
El devenir de Orozco y Berra fue prolífico y, en ocasiones, contradictorio: durante la presidencia de Benito Juárez, por ejemplo, fue nombrado, Ministro de la Suprema Corte y después, durante el Segundo Imperio, fue nombrado director del Museo Nacional por órdenes de Maximiliano de Habsburgo. Más que un recuerdo en la memoria, Manuel Orozco y Berra dejó un importante legado. Libros y proyectos fundamentales como el Diccionario Universal de Historia y Geografía, la Historia antigua y de la Conquista de México, y Cartografía Mexicana, entre muchos otros.
Al caer el gobierno de Maximiliano, Orozco y Berra sufrió las consecuencias de haber trabajado para el Imperio: encerrado en el ex convento de La Enseñanza Antigua fue condenado a cuatro años de cárcel; sin embargo, tal pena no se llevó a cabo por su precaria salud en 1867.
Fue debido a sus aportes, intelecto y capacidad que Benito Juárez le concedió la libertad y le otorgó un puesto en la Casa de Moneda, donde continuó sus investigaciones históricas. En esos años escribió la obra monumental La historia Antigua de la Conquista. Para 1870, fue llamado de nuevo al seno de las sociedades científicas de las cuales había sido expulsado por participar en el Imperio. Finalmente, el 27 de enero de 1881, falleció a los 65 años en la misma ciudad que lo vio nacer. A su muerte, los mapas que coleccionó durante su vida fueron donados al Ministerio de Fomento, lo que permitió que se abriera la sección de cartografía que con el paso del tiempo presentó características de mapoteca.
Debido a su prolífica vida e invaluables aportes a la cartografía e historia de México, el 13 de diciembre de 1977, el capitán Silvino Aguilar Anguiano nombró al acervo cartográfico del Ministerio como Mapoteca Manuel Orozco y Berra, recinto ubicado en el bello edificio del ex Arzobispado donde también se encuentra el Servicio Meteorológico Nacional.
El mayor tesoro y legado de Orozco y Berra se dio cuando asumió la encomiable tarea de coleccionar todos los mapas y demás documentos que pudieran ayudarlo a delimitar la geografía del país. Así formó una colección de más de tres mil documentos de todas las regiones. A su muerte Orozco y Berra heredó su colección al pueblo de México, a través del Ministerio de Fomento y ahora bajo el resguardo de Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera, la cual está a disposición del público en la Mapoteca que lo honra con su nombre. Para recordar esta fecha, la Mapoteca presenta el retrato de Manuel Orozco y Berra elaborado por Rosa Bideau.
Fuentes Gobierno de México, Academia Mexicana de la Lengua.