Alfred Nobel

Alfred Nobel creó los galardones que llevan su nombre para reconocer grandes descubrimientos que se hicieran cada año en beneficio de la humanidad. Reconocido por ser el inventor de la dinamita. 

Nació el 21 de octubre de 1833, Estocolmo, Suecia, en el seno de una sencilla familia de un ingeniero, si bien sus antepasados tenían unos antecedentes especialmente interesantes. Uno de ellos fue nada menos que Olof Rudbeck, el genio técnico de los tiempos en que Suecia fue una gran potenca europea. Rudbeck (1630-1702) personificó la cultura en suecia durante aquel periodo. La hija de Rudbeck, Wendela, contrajo matrimonio con Petrus Nobelius, cuyo apellido era la forma latinizada de su lugar de nacimiento, Nöbbelöv, en la región meridional sueca de Escania.

Su nieto Immanuel, el abuelo de Alfred, contrajo luego el apellido de Nobel. El hijo de éste,padre de Alfred, que también se llamo Immanuel, recibió una formación técnica y trabajo de arquitecto, en un principio los negocios iban muy bien, depués, sufrió varios reveses y , el mismo año en que Alfred nació, 1833, dio en la quiebra. Cuando Alfred tenía cinco años de edad, el padre se mudó a San Petersburgo donde puso en en marcha un taller mecánico para la fabricación de minas antipersonales para las fuerzas armadas rusas. La madre Andriette, tubo que quedarse en Estocolmo y sustentar por sí misma a sus hijos.

Juventud y educación

En 1842, cuando Alfred tenía nueve años, la familia se mudo a San Petersburgo. La fortuna del padre había cambiado, y la familia pudo vivir al nivel de la alta burguesía. Los hijos no fueron matriculados en la escuela, sino que recibieron enseñanza en el hogar a cargo de eminentes profesores a nivel de catedráticos. La enseñanza fue orientada a las Humanidades y las Ciencias Naturales. Además de las clases de sueco, Alfred y sus hermanos estudiaron ruso, francés, inglés y alemán, así como Literatura y Filosofía. En el campo de las Ciencias Naturales fueron guiados por dos catedráticos de Química, Julij Trapp y Nikolai Zinin, quienes les impartieron enseñanza en matemáticas, Física y Quimica. Encaminandose así Alfred a la química. Entre 1850 y 1852, Alfred hizo algunos viajes al extranjero orientados al estudio. Alfred Nobel completó su formación de químico. Es allí también donde se pueden encotrar las raíces de los que habrían de ser los grandes inventos de lsu vida. Y es que entonces, si no antes tuvo que haber oído hablar de aquel extraño explosivo: la nitroglicerina. Sobrero, un alumno de Pelouze, profesor de Alfred, había descubierto una nueva sustancia explosiva en 1847, a la que le dio el nombre de piroglicerina (después conocida como nitroglicerina). Tanto en cartas a Pelouze como en un artículo posterior para una revista, Sobrero advirtió, no obstante sobre la nueva sustancia, ya que no sólo tenía una terrible fuerza explosiva, sino que además era imposible de dominar. Como Alfred estaba muy interesado en explosivos, era -por así decir – cosa de familia, y dado que Pelouze tenía información de primera mano sobre la producción de explosivos y conocía bien el descubrimiento de Sobrero, Alfred tenía que tener conocimiento de la nitroglicerina.

El inventor

El final de la guerra de Cimea (1856) implicó una catástrofe para la fabricación de productos bélicos. La fábrica dio a la quiebra y los padres se mudaron a Suecia. En los años alrededor de 1860, Alfred retomo con gran riesgo los experimentos, que se habían hecho con la nitroglicerina. Así consiguió, primero, producir nitroglicerina en cantidad suficiente sin que ocurriera ningún accidente. Después mezcló la nitroglicerina con la pólvora negra y encendió la mezcla con una mecha corriente. El padre al enterarse quiso sostener que la nueva construcción era suya, pero, después de una carta cortante de Alfred , todo se aclaro y el padre ayudo para que Alfred obtuviera la patente. En octubre de 1863 se le concedió la patente del explosivo que Alfred con un nombre bien certero, bautizó como “aceite explosivo”. Con esa primera patente se logró también el primer hito. Alfred no tenía más que 30años, pero aquello fue el preludio de una emocionante aventura. En la primavera y verano siguiente, Alfred prosiguió sus experimentos. Muy pronto quedó listo con una nueva patente, la utilización de un detonador combinado con la nitroglicerina, o como entoces lo llamo “un encendedor inicial”, es decir un taco de madera hueco que se llenaba de pólvora negra, aquella construcción fue mejorada sustituyendo el taco de madera por un casquillo de metal. De esta forma se pudo aprovechar de forma eficaz la nitroglicerina como explosivo. De ahí que muchos hayan considerado que, como invento, el detonador fue sencillamente más importante que la dinamita.

El emprendedor

El inventor recibió la compañía del emprendedor. Reveses y éxitos fueron tratados de la misma forma resuelta. En septiembre de 1864 se produjo la gran explosión en la fábrica de las afueras de Estocolmo, donde su hermano Emil y otras cuatro personas perdieron la vida. Los fallecimientos implicaron en sí mismos una tragedia, pero a ello hubo que añadir el terror del entorno y los rumores. Tan sólo un mes más tarde fundó la primera sociedad anónima, decididamente y sin sentimentalismo. Fue difícil conseguir licencia para construir una nueva fábrica, la policía decidió que, debido al riesgo de explosión, tenía que hacerse fuera de la ciudad. La nueva sociedad anónima logró una buena respuesta en el mercado. Los pedidos empezaron a llegar a pesar del accidente o quizá gracias a el, ya que de la fuerza explosiva de la sustancia nadie podía dudar. Los Ferrocarriles del Estado de Suecia pidieron, por ejemplo, aceite explosivo para su trabajo con el túnel de la zona sur de la capital. Al año siguiente, 1865, Alfred hizo su modelo mejorado del detonador en metal, que es principio, la misma construcción usada hoy día. Nobel viajó por varios países sondeando el terreno. Consiguió la patente de su aceite explosivo en Gran Bretaña, Noruega y Finlandia, entablando negocios en varios países más. Un par de meses más tarde iba camino de América, adonde llegó a mediados de abril.

La Dinamita

A pesar de la lentitud de las comunicaciones, todo fue entonces con rapidez. Estando Alfred en América, estalló la fábrica de Alemania. Al volver allí en agosto, tuvo que limpiar y planificar para una nueva construcción. Por el momento instaló su laboratorio en una lancha, que amarró esta vez en el Elba El trabajo era importante y urgente. Era evidente que el aceite explosivo a pesar de todo, no resultaba estable, y que el transporte o la conservación durante mucho tiempo implicaba grandes riesgos. Por eso, Nobel siguió pensando en el problema de la seguridad, haciendo todo el tiempo nuevos experimentos. Finalmente encontró lo que buscaba, casi sin esforzarse. En las landas alemanas, exactamente en el lugar dónde se encontraba, descubrió una arena porosa y absorbente llamada tierra de diatomeas. Cuando Nobel hizo que la nitroglicerina fuera absorbida por esa tierra, se formo una pasta amasable. A esa masa se le podía dar forma de barras, que podían ser metidas con facilidad al agujero taladrado y ser transportadas y sometidas a golpes, sin que ocurriera nada. La desventaja de la nueva sustancia era que disminuía algo la fuerza explosiva, ya que la tierra de diatomeas no participaba como sustancia activa, pero ése era el riego que había que pagar. Así, fue en breve, el invento de la dinamita, palabra que, por lo demás, acuñó el mismo Nobel por el vocablo griego que significa “fuerza”. En 1867 obtuvo la patente de la dinamita en varios países, sobre todo en Gran Bretaña, Suecia y Estados Unidos. La época exigía grandes proyectos de instalaciones como ferrocarriles, puertos, puentes, carreteras, minas y sobre todo, túneles, donde las explosiones eran necesarias. Al año siguiente de la patente, Alfred Nobel obtuvo, junto con su padre, el Premio Lettersdtska de la Real Academia de Ciencias de Suecia, galardón que él tenía en gran estima. El Premio le fue concedido por “inventos importantes de valor práctico para la humanidad”.

El humanista

Hay otra dimensión más de la personalidad de Alfrd Nobel, que debe ser tocada y es la del humanista y filósofo. Sabemos que tenía ambiciones e intereses literarios, que leía mucha literatura y que escribió dramas y poesía. Es posible que sorprenda el hecho de que su poeta favorito de fuera Shelly, aunque ese ateo y revolucionario escondía también la figura de un lírico sentimental. Además, Nobel mostraba inclinación por las cuestiones filosóficas. Entre los documentos que dejó, hay un libro de notas negro con filosofía. Hace sus propios comentario, que, de forma arisca, muestran que mantiene cierta distancia respecto al tema. Da sus opiniones sobre Platón, Aristóteles y Demócrito, así como Darwin y Haeckel. Así, por ejemplo, dice que está poco claro qué es lo que condujo al ser humano a la idea de un Dios. Eso le lleva a reflexionar sobre la metodología de la ciencia, y desarrolla un razonamiento que no sólo está inspirado en Locke, sino también en el ideal del conocimiento de Alexander von Humboldt. Toda cinecia se basa en la observación de similitudes y disimilitudes, escribe Nobel. Aún más interesantes eran quizá las ideas de Nobel sobre la guerra y la paz. A menudo suele decirse que instituyó un premio de la paz por la mala conciencia que tenía por su industria de armas, pero eso es erróneo como indica ya es el mismo echo de que sus explosivos, con excepción de la balistita, no fueron usados en la guerra durante su vida.

El testamento

La idea de donar su fortuna no se le ocurrió a Alfred Nobel como un capricho inconexo. Había pensado en ello mucho tiempo e incluso había reformulado el testamento en varias ocasiones para sopesar entre sí distintas formulaciones. En una ocasión manifestó también lo siguiente: “En especial, consideró que las grandes fortunas heredadas son una desgracia que sólo contribuyen a la apatía del género humano”. Para Nobel era muy importante la labor por la paz, en parte inspirado por sus contactos con Bertha von Suttner (Premio Nobel en 1905. La literatura satisfizo su esparcimiento intelectual, y las Ciencias fueron las bases de sus propias actividades como investigador e inventor técnico.

El testamento definitivo lo firmó Nobel el 27 de noviembre de 1895 en el Club sueco-noruego de París. El 10 de diciembre de 1896 falleció Alfred Nobel en su hogar de San Remo. El testamento de Nobel, cabía, a grandes rasgos, en una página escrita normal. Después de una relación de legados a familiares y a otras personas allegadas, Nobel declara que los intereses de todo el resto de su fortuna han de utilizarse “como premio para los que, durante el año pasado, hayan sido de mayor utilidad a la humanidad” en los campos de Física, la Química, la Fisiología o la Medicina, la Literatura y la labor de fomento de la Paz. Los Premios de Física y Química serían concedidos por la Real Academia de Ciencias de Sueca; los de Fisiología o Medicina, por el Karolinska Institutet de Estocolmo; los de Literatura, por la Academia Sueca; mientras que los laureados por la Paz serían elegidos por un comité que nombrado por el Parlamento de Noruega, país que formó con Suecia una unión de 1814 a 1905. A su muerte, Alfred Nobel tenía 355 patentes registradas en su nombre, sobre las que había construido unas 90 fábricas en 20 países. Por eso no es de extrañar que la cantidad de dinero disponible para establecer los premios fuera tan grande: unos 31 millones de coronas suecas, después de deducir gastos. El rendimiento sería utilizado, por una parte, para los premios y, por otra, para acumularlo al principal. La cantidad original había aumentado hasta el 1 de enero 1996 a 2,300millones de coronas suecas. El importe de cada premio ascendió aquel mismo año a 7,4 millones de coronas. El testamento llamó la atención en el mundo entero. Así, en 1901, pudieron concederse los primeros Premios Nobel. Desde entonces, los premios se han establecido firmemente con los más altos honores cívicos del mundo. El anuncio de los laureados con los Premios es esperado con ansiedad cada otoño, mientras que las ceremonias de entrega en Estocolmo y Oslo, el 10 de diciembre, en presencia de dignatarios reales e internacionales se han convertido en acontecimientos de gran prestigio social.

El Premio de Ciencias Económicas El Sveriges Riksbank (Banco de Suecia) instituyó en su tricentenario, en 1968, un Premio de Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel, asignando a la Fundación Nobel una cantidad igual a la de sus premios normales. El ganador de aquel premio había de ser elegido todos los años por la Real Academia Sueca de Ciencias. Para la nominación de candidatos, adjudicación de los premios y entrega de los mismos, se siguen las normas y reglas de los Premios Nobel.

Tomada de la UNAM.

Publicación original: http://www.nobel.unam.mx/Biografia.html

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