Agustín Yáñez nació en Guadalajara, Jalisco, el 4 de mayo de 1904. Novelista, ensayista, cuentista y político, considerado como uno de los más grandes expositores de la novela mexicana posterior a la Revolución mexicana, y sin embargo, considerado precursor de la novela mexicana moderna. Este ilustre escritor, tuvo varios intereses fue un consistente historiador, como llegó a calificarlo Luis González Obregón, sin duda uno de nuestros más grandes exponentes en ese ámbito del conocimiento, y, entre otras cosas, Yáñez dedicó muchos de los mejores años de su vida a la educación. La enseñanza fue para él otra de sus vocaciones, a la que se consagró de muy variadas formas: como maestro, funcionario magisterial, creador de instituciones e igualmente como promotor y favorecedor de diversas causas educativas.
Escritor enormemente prolífico, incursionó en el cuento, ensayo, biografía, monografía, memorias, libros de viaje y estudios históricos, filosóficos y literarios. Yáñez fue miembro del Seminario de Cultura Mexicana y presidente del mismo de 1949 a 1952. Desde 1952 perteneció al Colegio Nacional y a la Academia Mexicana de la Lengua, de la que fue presidente en 1973, mismo año en que recibió el Premio Nacional de Letras. Entre sus novelas destacan “Al filo del agua” (1947), considerada la culminación de la novela de la Revolución; en “Ojerosa y pintada” (1960) se anticipa a la novela citadina; “Las tierras flacas” (1962) es una deliciosa visión del fanatismo religioso; en “Las vueltas del tiempo” (1973) un personaje de ficción enjuicia a personajes de la realidad política mexicana; en “La ladera dorada” (1978), donde están reunidos algunos de sus mejores relatos, sobresale “Las avispas”, una obra maestra del cuento. Se le sitúa entre los novelistas de la Revolución, pero se trata de un cultivador del estilo literario y un renovador de la estructura.
Inició su actividad docente a los 19 años en su ciudad natal en la Escuela Normal para Señoritas. Tres años después, también impartía clases en la Preparatoria José Paz Camacho y en 1931 ingresó como catedrático a la Escuela Preparatoria de la Universidad de Guadalajara. En Nayarit fue director de Educación Primaria y Primer Rector del Instituto del Estado. En la ciudad de México tuvo desde 1932 las asignaturas de castellano y literatura en la Escuela Nacional Preparatoria, también trabajó como docente en el Colegio de la Paz Vizcaínas, en la Universidad Gabino Barreda, en secundarias y preparatorias de la Secretaría de Educación Pública, en la Universidad Femenina y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de México. Se tituló en la Escuela de Jurisprudencia de Guadalajara en 1929 con la tesis “Hacia un derecho internacional americano”. Años después, en 1951, obtuvo el título de maestro en Filosofía por la Universidad Autónoma de México con la tesis “Don Justo Sierra: su vida, sus ideas y su obra” y recibió la mención cum laude por parte de sus sinodales.
Desde muy joven Yáñez se desarrolla como intelectual y su fama se cimenta en actividades extracurriculares, como escritor y orador. En 1925, a la edad de 21 años, participaba en reuniones de amigos para discutir literatura y música. Yáñez continuó asistiendo toda su vida a estas reuniones regulares de intelectuales que lo acercaron a la vida pública. A los 25 años fundó la revista literaria “Bandera de provincias”, donde logró la colaboración de muchas de las figuras literarias e intelectuales importantes de México. En las páginas de esta publicación aparecieron traducciones de Yáñez de Kafka, Claudel así como del irlandés Joyce, figura relevante de la novelística en lengua inglesa, lo cual muestra el carácter universal que desde ese lugar de la provincia pretendían alcanzar.
Esta actividad intelectual constante lo vinculo a la política que lo llevaría a su desempeño como funcionario público en la educación. En 1929 conoce a Vasconcelos durante su candidatura a la presidencia contra el candidato del gobierno, también nace su amistad con Luis Castillo Ledón, prominente historiador y gobernador de Nayarit. En 1930, Castillo Ledón nombró a Yáñez Director de Educación Primaria y primer Rector del Instituto de Nayarit iniciando así su carrera en el ámbito educativo. Durante su gestión logro ampliar la semana escolar a un sexto día de clases (el sábado, dedicado al “perfeccionamiento de maestros y alumnos”); organizar cooperativas escolares; fomentar el cuidado a la naturaleza, y, entre otras cosas, editar un periódico sobre asuntos educativos donde trató de inculcar entre los docentes nayaritas su concepto de lo que debería ser la enseñanza pública: “El objeto principal de la escuela es educar, antes que instruir y que formar buenas maneras. Si descuidamos la educación y la formación del carácter por inculcar conocimientos, lo habremos perdido todo, inclusive la enseñanza misma”. Igualmente, se decía convencido de que el “fracaso de la educación en México es la superabundancia de maestros sin vocación”, y se declaraba enemigo de los métodos violentos en el aula: “Reprima el maestro su mal humor ante el discípulo, no se permita ninguna expresión brusca, ningún ademán violento […] Aun en su aspecto moral y científico demos a la escuela un cierto sentido deportivo y festival”.
En 1931, Yáñez tomó una decisión crucial para el resto de su carrera: se fue a la ciudad de México donde se inscribió como alumno en la Universidad Nacional Autónoma de México, al mismo tiempo que comenzó a enseñar en la Escuela Nacional Preparatoria, en El Colegio de San Ildefonso embarcándose en una carrera docente que iba a durar muchos años. Su futuro político se vio ampliamente determinado por sus actividades intelectuales y su mérito como novelista famoso. En 1932, fue nombrado Director del Programa Radiofónico de Extensión Educativa de la Secretaría de Educación Pública, siendo Secretario Narciso Bassols, en 1934, Director de la Biblioteca y Archivos Económicos de la Secretaría, trabajo que mantuvo hasta 1952, desde donde impulso los estudios históricos, dando la posibilidad de iniciar la historiografía científica en nuestro país, ahí también patrocinó los diez volúmenes de la “Historia Moderna de México” de Daniel Cosió Villegas y sus colaboradores. En 1946 fue nombrado editor de la Revista de Filosofía y Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Política
La importancia y renombre de las actividades y obra de Yáñez contribuyo a que el secretario de Gobernación Ruiz Cortines se acercara a él, y cuando éste fue elegido por Miguel Alemán como candidato a la presidencia, le pide que escriba sus discursos, relación que propició que posteriormente Yáñez se embarcara en la carrera política para ser Gobernador de su tierra natal, separándose temporalmente de la docencia en Ciudad de México, para regresar a Jalisco primero para su campaña y posteriormente como Gobernador durante el sexenio 1953-1959.
Como gobernador, desplegó una obra sin precedentes a favor de la educación pública y la cultura de Jalisco. A lo largo y ancho del estado, se construyeron 210 nuevas escuelas, y a la Escuela Normal de Jalisco la dotó del magnífico edificio que hasta la fecha ocupa, acrecentó el presupuesto de la Universidad de Guadalajara y la Orquesta Sinfónica Regional; la redefinición del Premio Jalisco que incluye premios por importantes contribuciones a las letras y a las artes, aumentando presupuesto para la educación dedicado al desarrollo de infraestructura y actividades educativas y culturales: Se fundó la Escuela de Trabajo Social, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara, y las preparatorias regionales de Ciudad Guzmán y Lagos de Moreno, se construyeron la Escuela Normal, la Biblioteca Pública y Casa de la Cultura, varios edificios universitarios, el Museo de Arqueología del Occidente de México, además de centros escolares y escuelas rurales en todo el estado. Favoreció la creación, en 1957, de la Universidad jesuita de Guadalajara: el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), y respaldaría las gestiones para obtener la incorporación de sus estudios a la UNAM Asimismo su gestión se basó en dar al pueblo garantías en alimentación, salud, asistencia social, educación, comunicación, seguridad y trabajo. Apoyó en gran medida al campo; organizó ferias para contactar directamente al productor con el consumidor, logró la supresión de impuestos a los cereales, mantuvo un almacenamiento de maíz y favoreció el uso del sistema de riego, entre otras cosas. También se impulsó la infraestructura carretera, la construcción de viviendas y la ampliación de la red de electricidad
Al término de su gobierno regresó a la Ciudad de México, retomo la docencia, y al poco tiempo se integra al Gobierno Federal. El Presidente López Mateos lo invita como asesor de Presidencia, nombrándolo tres años después Subsecretario de Presidencia, hasta que termina el sexenio. Desempeñó además labores diplomáticas; en 1960 participó como embajador en una labor especial ante el gobierno de Argentina y ese mismo año fue nombrado jefe de la delegación ante la XI Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
El nuevo gobierno de Díaz Ordaz lo nombra Secretario de Educación Pública, (1964-1970). Como primer maestro de la nación, Yáñez prosiguió la brillante labor de su predecesor inmediato, Jaime Torres Bodet: Amplió programas como la distribución de Libros de Texto Gratuitos por todo el territorio nacional; los Desayunos Escolares, los cuales fueron particularmente relevantes en el medio rural y en las zonas urbanas marginadas, y, entre otros importantes programas educativos y civilizatorios, la Campaña Nacional de Alfabetización para Adultos, por la que el analfabetismo descendería más del diez por ciento, creó el Servicio Nacional de Orientación Vocacional y decidió usar los medios de comunicación masiva como herramienta de educación al establecer el sistema de telesecundarias. El conflicto de 1968 y la tensión que se creó entre el presidente Díaz Ordaz y su secretario de Educación, malograron otros proyectos de Yáñez, uno de ellos, ya muy avanzado, era la creación de El Colegio de Jalisco (hasta entonces, la única institución de este tipo que existía en el país era El Colegio de México), al frente del cual iba a estar nada menos que el historiador Luis González.
Luego de los trágicos sucesos del 68, Yáñez padece la incomprensión de autoridades de la UNAM, y de la agraviada comunidad universitaria, ejemplo de dichos hechos lo encarnó Fernando Solana, Secretario General de la UNAM durante 1968 y quien, diez años más tarde, ser nombrado Secretario de Educación Pública por José López Portillo, despidió a Agustín Yáñez de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, el último cargo que el recordado escritor tuvo en la administración pública; meses más tarde, el 17 de enero de 1980, muere a la edad de 75 años en la Ciudad de México. Sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón Civil de Dolores.
De no haber sido por los sucesos trágicos de 1968, a los que Agustín Yáñez, por cierto, se opuso hasta el extremo de presentar su renuncia, su paso por la Secretaría de Educación Pública sería recordado ahora como una de las gestiones más destacadas en el campo de la educación pública de nuestro país .
Vía CNDH.