Por: Aurelio Conejo Rubio. Cronista de Tarimoro, Gto.
Don Ignacio Centeno fue un arriero nacido en la comunidad de Cacalote del municipio de Tarimoro que en ese tiempo estaba sujeto a Salvatierra. A principios del mes de agosto de 1810, Don Antonio Estebarena, en ese tiempo, Regidor muy influyente del gobierno de Salvatierra, y administrador al mismo tiempo de la Hacienda de Panales del municipio de Tarimoro, había puesto una demanda ante el gobierno local por el robo de una yegua y veinte mulas de recua. El subdelegado Mariano Marmolejo, fue comisionado para efectuar las investigaciones correspondientes y para el día 27 de agosto ya había hecho circular un exhorto a las autoridades de los lugares circunvecinos, dando a conocer la marca del fierro con el cual estaban marcados los animales y pedía que procedieran a la detención de la persona o personas responsables.
Las sospechas del robo recaían sobre un comerciante de nombre Manuel Saavedra y los hermanos Manuel y Marcelo Centeno originarios de Cacalote y arrendatarios de la misma hacienda. Don Manuel fue arrestado y confesó que había contratado a los hermanos Centeno para trasladar los animales y buscarle un cliente. Al enterarse de la detención del comerciante, Manuel y Marcelo huyeron a otro lugar. Al poco tiempo, la yegua apareció en Texcoco y las veinte mulas fueron localizadas en San Juan del Río. Al frente de la recua de animales iba Don Ignacio Centeno, hermano de los inculpados y arriero de profesión, las llevaba bien cargadas con destino a la ciudad de México.
Seguramente alguien de sus compañeros arrieros que se dio cuenta del suceso, avisó a Ignacio -“que andaban buscando los animales que llevaba”- y sin esperar más los dejó abandonados con todo y carga, emprendiendo de inmediato la fuga temiendo las represalias.
Se unió al Ejército Insurgente
Como conocía todos los caminos se regresó por Amealco, llegó a Coroneo, de ahí a Jerécuaro, Apaseo el Alto y el 19 de Septiembre fue a parar a la hacienda de Santa Rita en Celaya donde estaba acampado Don Miguel Hidalgo con su incipiente ejército. Se presentó con Aldama y se incorporó a los Insurgentes junto con otros compañeros que había reclutado durante su travesía, por lo que le dieron el rango de Capitán.
Fue de esa manera como Ignacio Centeno se unió a la causa del Sr. Cura Hidalgo, quien al paso del tiempo se ganó la confianza del Padre de la Patria. Prueba de ello fue que el 28 de Septiembre de 1810 durante la toma de Granaditas en Guanajuato, habiéndose presentado ante Hidalgo: Don Lucas Alamán el famoso escritor guanajuatense junto con su madre, para pedir protección, en vista de haberse visto muy asediados por los insurgentes, que ávidos de venganza, intentaban introducirse a la fuerza a su domicilio, porque les habían dicho que el dueño de la parte baja de la residencia, un tal Posada, tenía escondido un tesoro, que a toda costa querían recuperar.
El Capitán Centeno, con el ejército insurgente comandado por Don Miguel Hidalgo y Costilla; tomaba parte muy activa en la toma de Granaditas y al presentarse esta contingencia le ordenó que a costa de su vida garantizara la seguridad de la familia Alamán. Orden que se cumplió al pie de la letra. Aunque tuvieron que intervenir el propio Hidalgo y Allende. Don Lucas Alamán lo consigna en su Historia de México y nos dice también que el Capitán Centeno permaneció varios días a sus expensas en su casa, donde se ganó un especial afecto. Fue en uno de esos días que el Escritor le pregunta a su protector que de donde era y cuál era el interés de combatir al lado de Hidalgo a lo que le respondió con una sincera y sencilla respuesta: “Yo soy de Cacalote cerca de Salvatierra y solo lucho para poner al Sr. Hidalgo en su trono; y con el premio que éste le diese por sus servicios, se volvería a trabajar al campo”.
Su muerte: 1° de Febrero de 1811.
Durante los últimos días del mes de Octubre y primeros de noviembre de 1810, el Sr. Cura Hidalgo acampaba en Cuajimalpa, en el ahora estado de México, con el grueso de su ejército. Todo mundo esperaba un ataque inminente a la capital de la Nueva España, pero en forma inexplicable y por decisión propia, Hidalgo se regresó al Bajío.
El día 1 del mes de noviembre, Centeno tuvo necesidad de ir a Coyoacán en busca de un herrero, porque uno de los coches de los Insurgentes había sufrido serios daños y requería de una pronta reparación. Don Ignacio pidió al recién ascendido a mariscal Don Antonio Martínez, lo acompañara a Coyoacán para buscar a la persona que les arreglaría el coche. Un vecino de ese pueblo los vio y de inmediato fue a dar parte a su gobernador que era un Realista consumado, el cual de inmediato los mandó aprehender. Permanecieron ambos, tres meses en la cárcel, se les instruyó proceso y finalmente se les condenó a la horca.
La sentencia se ejecutó el día 1° del mes de Febrero de 1811. De esta manera el Insurgente originario de Cacalote del municipio de Tarimoro ofrendó su vida en favor de los ideales de libertad e independencia que proclamaba el Sr. Cura Hidalgo.
Tomado de El Cronista Guanajuatense. Municipio de Abasolo, Gto. Órgano de difusión de la Asociación de Cronistas del Estado de Guanajuato, A.C.