“Es más fácil engañar a la gente, que convencerla
de que han sido engañados”, Mark Twain
Quiero empezar por agradecer la invitación a colaborar en este medio de Kiosco de la Historia. En anteriores oportunidades me negué a participar en otros espacios por una razón muy sencilla: me parece deshonesto opinar de manera formal y aprovechar la tribuna mediática para hablar de temas que desconozco. Justamente debido a lo anterior, he denominado a esta primera columna “El Anticoach”, me explico: una cosa es opinar en las redes sociales informales como Facebook o Twitter sobre temas de futbol, política o restaurantes y otra muy distinta pretender ser experto o saber con erudición acerca de determinado tema. No es lo mismo alabar y emocionarse con un gol del Chapo Montes que pretender descifrar el esquema táctico utilizado por Nacho Ambriz; para lo primero no se requiere experiencia ni formación, para lo segundo, sí.
¿Por qué “El Anticoach”?
Porque a lo largo de más de dos décadas de vida profesional he constatado, vivido, sufrido y, cuando puedo, combatido a infinidad de farsantes que se aprovechan de las organizaciones, sobre todo, empresariales. Los empresarios, en general, tienen unas habilidades creativas muy desarrolladas, su ingenio casi siempre lo enfocan para inventar algo o poner en práctica una idea. Muchos de los más exitosos entrepreneurs no cuentan con alta formación académica o la tienen en un campo profesional muy diferente al de sus negocios, esto último agranda aún más su éxito, son creadores de riqueza a pesar de esas desventajas teóricas.
El problema surge cuando el dueño o cabeza de una organización se cree todólogo, incapaz de ser engañado y su ego lo ciega. Muchas veces, antes del derrumbe o quiebra de una compañía se repite el mismo patrón: El accionista, cegado por el ego o desesperado por el declive de su empresa, es la víctima propicia de muchos farsantes que se autodenominan “coaches”, “consultores”, “asesores”, “facilitadores del cambio” o “copilotos organizacionales”, entre otros nombres. Ojo, no hablo de verdaderos expertos en alguna materia como podrían ser los fiscalistas, abogados especialistas, ingenieros en calidad, etcétera, sino de individuos muchas veces con educación académica nebulosa o no comprobable y credenciales profesionales de bajo perfil.
“Un coach puede nombrar a otro coach casi por ósmosis…”
Como se sabe, un médico, abogado, ingeniero, administrador y todas las licenciaturas requieren cubrir estrictos protocolos académicos debidamente certificados por la autoridad educativa competente. En cambio, un coach puede nombrar a otro coach casi por ósmosis y sin un protocolo estricto ni reconocido por la autoridad. Se propagan a través de instituciones, fundaciones, asociaciones o simples centros de formación muchas veces “patito”. He visto con mis propios ojos cómo empresas que pudieron haberse convertido en emporios terminaron en la bancarrota por seguir los consejos de los farsantes que como zancudos beben hasta la última gota de riqueza de las organizaciones que pretenden asesorar. La terquedad del empresario que no le hizo caso a su propio empleado profesional de contabilidad, legal o financiero lo lleva, muchas veces, a escuchar el canto de la sirena de estos improvisados “coaches” pero expertos en engañar y en ensalzar el ego de quien les paga.
“Si alguien le promete la luna y las estrellas, desconfíe”
Si usted tiene problemas fiscales, contrate a un fiscalista, no a un coyote. Si el problema es financiero, escuche a su profesional del área. Si usted requiere motivar al personal, contacte a alguna institución universitaria seria y lo asesorarán. Aunque no están exentos de farsantes, es muy aconsejable acercarse a su asociación gremial o empresarial para pedir referencias acerca de verdaderos expertos en el tema que le preocupa. Si alguien le promete la luna y las estrellas, desconfíe; si el lenguaje utilizado se justifica con hechos abstractos y difícilmente comprobables, huya del sujeto; si el “experto” le vende la idea de hacer lo imposible y todo se trata de motivación, corra.
Es bueno hacerle caso al corazón y es muy fácil enamorarse de una idea novedosa que es promovida por alguien cuyo verdadero expertise es seducir a víctimas empresariales. La continuidad del éxito de su compañía no debe dejarse en manos de farsantes cuyo único objetivo, muchas veces, es obtener una ganancia rápida solo reforzando lo que el dueño del negocio quiere escuchar. Dicen que en el corazón no se manda, pero en la cartera sí.