El 1 de julio de 2018 la mayoría de quienes fueron a sufragar en México hicieron ganador de la contienda por la Presidencia de la República a Andrés Manuel López Obrador, candidato de una izquierda nebulosa que por momentos parece extrema derecha o el regreso del priismo más rancio, y la mayor parte del tiempo, una muy mala comedia. Sí bien ganó por mayoría, el tradicional abstencionismo apático del pueblo mexicano contribuyó a que su triunfo fuera aplastante.
Como en capítulo de una buena serie política, a los pocos días de su triunfo López Obrador comenzó a mostrar su verdadera cara. Se propuso dar un recorrido de “agradecimiento” por las principales ciudades del país que más parecía un nuevo acto de campaña, y que a la postre le serviría para lanzar consignas que comenzaron a sembrar el miedo, primero entre los que no votamos por él, y luego, poco a poco, entre algunos de sus votantes. Entre ellas estuvo la de realizar sus prometidas consultas ciudadanas. Su bono democrático (de los más altos de la historia) le ha permitido ir dando día a día pasos erráticos y equivocados sin afectar mucho su popularidad. El porcentaje de opinión favorable de la gente con respecto al presidente electo continúa siendo alto, excepto entre analistas económicos, académicos, politólogos, agencias calificadoras internacionales, organismos civiles y empresariales. Todos ellos pesan, pero son minoría. También estamos algunos ciudadanos que nos expresamos en redes.
El peor presagio de su mala gestión fue la “consulta popular” sobre el aeropuerto, en la que se evidenció, en un solo hecho y muy rápidamente, tanto el nulo respeto por nuestra Constitución y las leyes e instituciones que de ella emanan, como la falta de pericia para llevar a cabo un ejercicio serio. Sin embargo, todo esto lo hizo como desplante derivado de su gran poder político y del hecho de que López Obrador es quien ya dirige de facto el destino de México.
Los resultados de tan desaseado ejercicio son conocidos por todos: con menos del 1% del padrón electoral votando, casillas en lugares donde su propuesta era ampliamente favorecida, dudosas condiciones de ejecución, y sin escrutinio alguno, ganó la opción que él favoreció y promovió: un sistema de tres aeropuertos adaptados, cancelando el proyecto del nuevo aeropuerto en Texcoco. Las implicaciones en términos económicos y de seguridad aeronáutica, la pérdida de empleos, la evidencia de pago de favores y prebendas para la opción favorecida, y el ejercicio de una arbitraria autoridad han sido señaladas y, con toda razón, asustan.
Ya se hizo pública la intención del gobierno de Morena de continuar con ese tipo de “consultas populares” (convocadas sin pasar por el Congreso, sin la aprobación e intervención del INE, en incumplimiento de la Constitución y de la Ley Federal de Consulta Popular) para definir cualquier tema que decidan importante a futuro. Esto, ahora en su carácter de gobierno oficial, los haría caer en un delito, a menos que modifiquen el artículo 35 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, algo muy probable ya que Morena cuenta con mayoría en ambas cámaras. Públicamente se ha anunciado que el paso siguiente será consultar al “pueblo bueno” sobre la construcción del Tren Maya, obra para la que, según López Obrador existe un 80% de aprobación. El resultado es totalmente previsible.
Como colectivo ciudadano, en Consulta Para Todos #CPT mencionamos desde un inicio el inmenso peligro que implicaba un acto como la llamada “consulta popular” del aeropuerto, ya que sentaría precedentes y abriría la puerta a llevar a cabo tantas “consultas” (entre comillas porque no son consultas legales) como López Obrador y su gobierno quieran para imponer su voluntad a contentillo. Dado que está a muy poco de apropiarse de los tres poderes de gobierno, no existirá un contrapeso real que lo detenga: su único freno posible seremos los ciudadanos y ahí, estimado lector, es donde tú y yo podemos actuar.
¿Qué puede pasar si no actuamos? Todo: puede ocurrir absolutamente todo lo que a López Obrador y a los integrantes de su gobierno les venga en gana. Este tipo de consultas puede ser replicada en cuestiones tan intrascendentes como el cambio de horario o tan profundas como hacer una nueva Constitución a gusto de López Obrador y su gente. El tema ha llegado ya a esferas internacionales y la preocupación es fundamentada y real, como lo menciona el banco suizo UBS al emitir un comunicado respecto a la situación de México y su futuro, en el que contempla la posibilidad de que Andrés Manuel López Obrador use un referéndum para extender su mandato, hoy de 6 años, al tiempo que le plazca.
El poder que le otorgamos como pueblo mexicano al presidente electo solamente es comparable con el poder que llegaron a tener los dos emperadores de este país en sendos periodos posteriores a la Independencia: un poder casi absoluto que únicamente puede ser descrito como “el Tercer Imperio” mexicano. Hoy tenemos (aún) las instituciones y la capacidad como ciudadanos para impedirlo.