Francisco Javier Clavijero

Francisco Javier Clavijero nació el 9 de septiembre de 1731 en Veracruz. Historiador y jesuita mexicano, sus documentados estudios sobre las antiguas civilizaciones amerindias convierten al padre Clavijero en uno de los historiadores más destacados de México. Realizó estudios de teología, filosofía, letras y lenguas en diversos colegios y en el noviciado de la Compañía de Jesús. Ya ordenado sacerdote, se convirtió en uno de los maestros más prestigiosos de los colegios de la Compañía en las ciudades de México, Valladolid (hoy Morelia) y Guadalajara.

Hijo de Blas Clavijero y María Isabel Echegaray, vivió una infancia en constante movimiento en territorios comunales indígenas de, sobre todo, Puebla y Oaxaca, en la Mixteca baja, pues su padre, español, visitaba estas comunidades en nombre de la Corona Española para asegurarse que las Leyes de Indias se cumplieran. Francisco se fue formando con un buen bagaje de conocimientos diversos, desde el hogar y en contacto con el medio, donde formó su interés por el aprendizaje de las lenguas indígenas, así conoció de manera práctica el náhuatl –lengua que le permitió posteriormente profundizar en sus estudios e impulsar una postura indigenista y defensora de los derechos de los pueblos originarios–, además del mixteco y otomí. Su padre le enseñó el francés y su madre lo instruyó en música. Además, por su cuenta, se perfeccionó en el latín, griego y hebreo, y con el tiempo añadiría el inglés, portugués, alemán, hasta llegar a sumar unas treinta lenguas incluyendo las americanas.

En 1748, en el colegio jesuita de Tepotzotlán, Clavijero comenzó su carrera clerical. Tenía alrededor de 17 años y todos sus estudios los había realizado en escuelas de la Compañía de Jesús. Entre las materias obligatorias para los novicios estaba el náhuatl, logrando perfeccionar su aprendizaje autodidacta de la infancia. También fue en Tepotzotlán donde conoció e hizo amistad con Francisco Javier Alegre, Andrés Cavo, José Rafael Campoy y Pedro José Márquez, entre otros personajes más, que se destacarían por su profundo humanismo. En 1751 continuó estudios en el Colegio de San Ildefonso, en la Ciudad de México. Hombre de espíritu moderno, con tan solo 20 años ya era conocedor de los textos de René Descartes, Gottfried Leibniz, Benito Jerónimo Feijoo y Newton, entre otros, conocimientos con los que logró la modernización de la filosofía escolástica y combatió el barroquismo desenfrenado en el lenguaje.

Ávido de conocimiento, inteligente, sensible y rebelde de corazón, las censuras y prohibiciones no evitaron que estudiara a los autores novohispanos y europeos que no eran del todo bien vistos en su época. Su cultura continúa ampliándose extraordinariamente bajo la influencia del sabio jesuita Rafael Campoy, uno de los pioneros en la investigación y enseñanza de las ciencias en México, quien le descubre la biblioteca del Colegio de San Pedro y San Pablo con los documentos originales de la historia de México recopilados por el erudito Carlos de Sigüenza y Góngora. Entre sus obras se encontraban múltiples fuentes y testimonios indígenas, sobre todo nahuas. Así, el joven Clavijero descubre definitivamente su vocación de historiador, pero específicamente de historiador mexicano.

Miembro de la Compañía de Jesús desde 1754, año de su ordenamiento como sacerdote, Francisco Javier aprovechó su tiempo entre la enseñanza en colegios para indígenas y el estudio, y se dedica a estudiar y descifrar jeroglíficos y a desarrollar su disciplina como filósofo, con lo cual confiere método y el orden a sus investigaciones.

Expulsión de los jesuitas

Los jesuitas llegaron a ser la agrupación intelectual más importante, influyente y poderosa de la Iglesia católica, generando animadversión frente a otros sectores de la Iglesia y de la Corona por ser, además, representantes de los intereses políticos del papa y contar con independencia de los arzobispos. Así, en el marco de las reformas borbónicas y del conflicto Iglesia-Estado, el 26 de junio de 1767 tuvo lugar un evento que sacudió a España y a sus colonias: por orden del rey Carlos III, los jesuitas fueron expulsados de todos sus dominios y enviados inmediatamente a Italia. Sin mayor explicación, se leyó el decreto cuyo último párrafo decía: “…y de una vez, para lo venidero, deben saber los súbditos del gran monarca que ocupa el trono de España, que nacieron para callar y obedecer y no para discurrir ni opinar en los altos asuntos del gobierno”.

Esta orden sorprendió a Clavijero en Guadalajara, en donde fue apresado, corriendo la misma suerte que sus compañeros novohispanos –en su mayoría, misioneros de los indios nómadas del norte, de obras de caridad y de apoyo a los pobres– y que otro grupo importante, conformado por catedráticos, investigadores y maestros en escuelas de los indios. Todos partieron hacia Veracruz para embarcarse el 25 de octubre de 1767 en la nave Nuestra Señora del Rosario. Tras una larga y penosa travesía, Clavijero se instaló primero en Ferrara, y finalmente, en 1770, llegó a Bolonia, Italia, lugar que sería su residencia hasta su muerte, donde inicia sus grandes obras de historia de México, en bibliotecas y en su propia Academia.

La Historia Antigua de México, su obra cumbre en 10 tomos (1780-1781), abrió un nuevo ciclo dentro de la historiografía novohispana, cuya base era el análisis exhaustivo de las fuentes previas a su publicación, la comparación informativa y la síntesis de datos. La obra constituye un relato metódico y exhaustivo sobre las costumbres, religión, cultura y vida política y social de los pueblos originarios que habitaron el Valle de Anáhuac. Más tarde agregó a esta obra una serie de Disertaciones, donde defendía en diversos aspectos a las culturas originarias de América, provocando la crítica de los escritores europeos. Fue también autor de Cantos del Antiguo México, recopilación de antigua poesía mexicana, y de otra gran obra histórica: Historia de Baja California, de publicación póstuma (1789).

Antes de su exilio empezó a escribir del Diálogo entre Filateles y Peleófil, donde señala la importancia de averiguar la verdad y no dejarse influir por la opinión prestablecida por alguna autoridad; De las colonias de los tlaxcaltecas, y Breve descripción de la Provincia de México en el año 1767. Su obra muestra su humanismo original que integra desde la historia universal letras, humanidades y ciencias, con orientación cultural y educativa. De amplia cultura y conocedor de alrededor de 30 lenguas, fue también traductor.

El ferviente amor que él y sus compañeros sentían por su añorada patria los impulsó a cubrir la falta de información acerca de los primeros pobladores de América, recabando datos cronológicos que sirvieran en un futuro para documentar la historia de México. Su propósito era mostrar al mundo la grandeza de los pueblos originarios de América, pero sobre todo para desmentir la información que se difundía en Europa a través de pseudoinvestigaciones cargadas de prejuicios y falsedades, escritas por europeos que ni siquiera conocían el continente americano.

Por el contrario, esa generación de humanistas mexicanos exiliados deseaba responder de manera científica y académica, refutando uno a uno los argumentos que acusaban, por ejemplo, de inferioridad natural y racional de los americanos, de incapacidad de dominar otros idiomas o la ciencia, entre otras aberraciones. Así, embarcados en ese ejercicio intelectual, fueron construyendo lo que podría reconocerse como el surgimiento de un nacionalismo criollo para la vehemente defensa de su patria lejana, la construcción de la memoria histórica mexicana, pero sobre todo en defensa de la dignidad humana de las personas originarias del continente americano.

Francisco Javier Clavijero murió el 2 de abril de 1787, a los 55 años, en Bolonia, Italia.

Tras varios intentos por ubicar sus restos en la cripta de los jesuitas mexicanos en la Iglesia de Santa Lucía de Bolonia –pues se mezclaron con los de sus compañeros–, finalmente pudieron ser identificados. Se repatriaron a México en 1970, entrando el 5 de agosto por Veracruz, lugar donde nació Clavijero. Fueron recibidos con honores, y finalmente se trasladaron a la Rotonda de los Hombres Ilustres, en donde permanecen. Por la importancia de la obra de este humanista ilustrado para la historiografía mexicana, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) otorga cada año, desde 1985, el Premio Francisco Javier Clavijero a la mejor investigación histórica y etnohistórica, así como a la mejor tesis de licenciatura, maestría y doctorado en estas disciplinas.

En palabras del historiador y abogado Alfonso Toro: “Clavijero fue el que, antes que nadie, trató de resolver el problema del origen del hombre en nuestro territorio, partiendo de datos puramente científicos, a pesar de las preocupaciones religiosas de su época.”

Fuente: CNDH.

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