Francisco Zarco nació en Durango el 4 de diciembre de 1829. Hijo de María Mateos Medina y de Joaquín Zarco, fue coronel del ejército de Morelos y defensor de la patria en guerras extranjeras y en la Revolución de Ayutla. Zarco fue un destacado político, periodista, historiador, miembro del Congreso Constituyente de 1856 y notable escritor liberal de la Reforma. Es considerado uno de los padres fundadores del periodismo escrito y del periodismo republicano.
La familia Zarco Medina Mateos se mudó a la Ciudad de México cuando Francisco apenas tenía un año. Durante su formación escolar mostró un gran interés por las ciencias sociales, las cuales estudiaba por su cuenta. En 1848 fue nombrado oficial mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores, invitado por el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Manuel de la Peña y Peña, y el ministro universal, Luis de la Rosa, a formar parte del gobierno provisional. Durante este periodo inició su actividad literaria y periodística fundando el diario “El Demócrata” junto a Antonio Pérez Gallardo en 1850, en el que se trataban temas sobre las reformas indispensables para el progreso de la sociedad y la política. Crítico del sistema, con su espíritu liberal escribió en contra del general Mariano Arista, por lo que empezaron las persecuciones y que dieron fin al periódico. En 1855 se adhirió al Plan de Ayutla y fue electo diputado. Durante su estancia en la Cámara, escribió notables crónicas parlamentarias. En el periódico “El Siglo Diez y Nueve”, donde fue editor y redactor en jefe, Zarco se opuso al golpe de Estado liderado por Félix Zuloaga en contra del gobierno de Ignacio Comonfort, por lo que nuevamente fue perseguido. Desde su reclusión, denunció en folleto las matanzas de Tacubaya y sirvió clandestinamente en la capital misiones al gobierno de Benito Juárez. El 13 de mayo de 1860 fue aprehendido y torturado. Estuvo encarcelado durante siete meses en una pequeña celda donde contrajo la tuberculosis. Salió en libertad el diciembre de 1860. Las fuerzas represoras del gobierno no logran silenciarlo, y continuó su labor periodística en “El Siglo Diez y Nueve”, bajo el pseudónimo de Fortún.
Zarco fue un hombre con una amplia capacidad para dedicarse a la crítica literaria y su difusión, con una prosa clarísima gracias a su manejo impecable de la lengua. Dedicó su vida al periodismo propositivo, polémico, educativo y de discusión de los problemas del país y sus soluciones. Defendió la libertad de expresión, los derechos populares y la causa republicana. Fue compañero muy cercano a Benito Juárez, con quien compartía su patriotismo, liberalismo y republicanismo democrático.
Ser periodista fue una de sus actividades fundamentales. Realizó un enorme trabajo de periodista y también de escritor, por lo cual se volvió un referente histórico. En 1852 fundó el periódico “Las cosquillas”, el cual tuvo una breve duración debido a la censura que le ocasionaron los artículos en contra del gobierno. Escribió para varios periódicos con temas políticos, como “La Ilustración Mexicana” y “El Presente Amistoso”. Fue redactor y director del diario más importante de esa época, El Siglo Diez y Nueve –referido frecuentemente como “El Siglo XIX”–, que circuló en México entre 1841 y 1896. Fue multado en numerosas ocasiones y perseguido por sus críticas al gobierno de Antonio Santa Anna y su apoyo por la Reforma. El trabajo de Francisco también tuvo alcance internacional: escribió en periódicos extranjeros como “El Mercurio de Valparaíso”, “El Correo de Santiago de Chile”, “La Nación” y “El Pueblo de Buenos Aires”.
Como diputado representando al estado de Durango, su actuar fue ejemplar y decisivo en el Congreso Extraordinario Constituyente de 1856-1857, por su implacable defensa del pensamiento liberal y las reformas relativas a las garantías individuales. Propuso por primera vez en el país la fijación de un salario mínimo y logró la gratuidad en materia de impartición de justicia. El congreso debatió la aprobación de la Constitución desde el 14 febrero de 1856 hasta el 5 de febrero de 1857; durante un año se conjuntaron los liberales más importantes del país, forjando varias de las instituciones políticas en vigor actualmente. Algunos como José María Iglesias o Benito Juárez, no participaron como diputados constituyentes, pero apoyaron el debate parlamentario a través de sus comentarios periodísticos o en sus opiniones en los ministerios de Comonfort. Otros como Zarco, además de participar en sus debates, escribieron en los periódicos crónicas y editoriales sobre los mismos. Este Congreso privilegió la transparencia y el derecho a la información de la población, en contraste con el sigilo y secreto en que se verificaban las sesiones de los congresos anteriores.
La independencia del congreso se selló al suprimir, por primera vez en la historia constitucional, la ceremonia de asistir a la Catedral Metropolitana. El escenario estaba dispuesto: el congreso se constituyó en un volcán. La sesión de apertura sucedió el 18, a la cual asistió Comonfort. Entre los diputados constituyentes no hubo ningún clérigo, a diferencia del Congreso de 1824, y los integrantes del nuevo congreso fue una pléyade de estadistas mexicanos: el primer liberal mexicano Valentín Gómez Farías; Francisco Zarco, el primer cronista parlamentario; Guillermo Prieto, el poeta y político financiero; Melchor Ocampo, el liberal más radical; Luis de la Rosa, diplomático por excelencia; Santos Degollado, el militar ilustre; Vicente Riva Palacio, el republicano convencido; Jesús Camarena, el gobernador liberal; Ignacio I. Vallarta el gran jurista político; el luchador social Ignacio Ramírez “El Nigromante”; Miguel Lerdo de Tejada, el desamortizador eclesiástico; José María del Castillo Velasco, el primer tratadista de derechos constitucional y administrativo; Anastasio Cañedo, teórico de la nacionalización de bienes eclesiásticos; Joaquín Ruiz, valiente increpador de Santana, entre otros 178 diputados de todas las facciones, liberales puros, moderados y conservadores. Entre ellos no había partido político o facción que se hallara en alianza: los moderados, los puros y los conservadores estaban totalmente distanciados, incluso se sentían agraviados entre sí.
A los liberales puros se les acusaba de intemperados por su juventud. Zarco, en las páginas de “El Siglo Diez y Nueve”, argumentó:
Verdad es que en el Congreso hay una mayoría de hombres nuevos; pero estos hombres nuevos, no porque no han servido bajo todos los regímenes, no porque no han sido ministros, no porque les falte habilidad para intrigar y lleven a cabo torpes manejos, deben ser vistos con desdén por los que se sueñan hombres del Estado. Los hombres nuevos de la asamblea son los elegidos del pueblo, son los hijos de la última revolución, que proclamo la reforma, y si no tienen esa facilidad de algunas celebridades parlamentarias para defender indistintamente el pro y el contra de una cuestión, y jugar a un tiempo con todos los partidos, tienen, sí, profundas convicciones, tienen fe en las ideas democráticas, valor para llevarlas a cabo y obran conforme a su conciencia sin doblegarse a las órdenes de ningún jefe.
Escritores parlamentarios como Zarco inauguraron el hábito de guardar la memoria de congresos específicos, publicando no sólo su crónica, sino defendiendo sus argumentos y continuando las polémicas iniciadas en el recinto en los diarios impresos. Fueron varios los autores, destacando las obras magnificas y monumentales de Francisco Zarco y Juan A Mateos que legaron para nuestra historia, sus obras monumentales: Historia del Congreso Constituyente de 1857, la Crónica del Congreso Constituyente de 1857 de Zarco y la Historia parlamentaria de los Congresos mexicanos de 1821 a 1857, en 25 volúmenes de Mateos. La prensa deseosa por formar opinión y conciencia del texto constitucional, tan pronto se presentó el proyecto de Constitución lo reprodujeron integro en los periódicos, aun antes que en el Boletín Oficial. El diario que dirigía Zarco, El Siglo XIX, publico su número especial el 18 de febrero de 1856, y lo reprodujo completo, en junio de ese mismo año.
Este Congreso fue el primero en que los diputados en lugar de juramentar ante la Biblia protestaron el cargo sobre las Leyes de Reforma, y comenzó la práctica de nombrar comisiones para visitar a los ministerios o secretarias del Ejecutivo. La Constitución de 1857 fue un símbolo de paz y del orden liberal. En 1861, el presidente Benito Juárez nombró a Zarco ministro de Gobernación y de Relaciones Exteriores; sin embargo, este renunció a los cargos para dedicarse por completo a su labor periodística. El mismo año se decretó la Ley de Imprenta, suscrita por Zarco, quien defendía la libertad de expresión, los derechos populares y la causa republicana. Esta ley garantizaba libertad para escribir y publicar escritos sobre cualquier tema. Tres años después, en septiembre de 1864, se exilió en Nueva York, donde permaneció con su familia hasta el triunfo de la República en 1867.
Francisco Zarco no vio publicada su obra en libros, lo que se conoce procede de antologías o compilaciones posteriores a su muerte. De 1989 a 1994, Boris Rosen Jélomer reunió en veinte volúmenes toda su producción y biografía, dividida por temas. Otras compilaciones se centran en lo político, o en lo literario, tema aparte es su monumental Historia del Congreso Constituyente, esta obra cuenta con varias ediciones. La primera versión fue publicada en vida de Zarco en 1857 dividida en dos tomos.
Francisco Zarco fue un luchador social incansable, congruente entre el pensamiento y el acto. Asimismo, fue uno de los padres fundadores de la prensa escrita y del periodismo militante republicano. Su herramienta fue la palabra impresa; sus objetivos, la discusión sobre la vida pública, la defensa de las ideas y el derecho a expresarlas, a luchar por la libertad, la democracia y por una transformación sociopolítica del país por medio de ideas progresistas. Murió a causa de una tuberculosis pulmonar en México el 22 de diciembre de 1869 (otras fuentes mencionan que fue el día 29). A su muerte se le declaró Benemérito de la Patria.
Su nombre está inscrito en la Cámara de Diputados. Sus restos reposan en el histórico Panteón de San Fernando, donde también reposa el cuerpo de Benito Juárez, de quien fue compañero de luchas y amigo leal.