Hidalgo libera a un esclavo en Irapuato

26 y 27 de septiembre- “Continuando su marcha hacia Guanajuato, por Salamanca y Temascatío (el cura Hidalgo) llegó a las cercanías de Irapuato acampando el Ejército en la loma de Animas. Hidalgo envió unos emisarios para intimidar a las autoridades a que no hicieran resistencia los vecinos, pues inútil sería el derramamiento de sangre; accediendo a sus insinuaciones los insurgentes entraron pacíficamente, con su general a la cabeza, junto con Allende y Aldama y otros jefes, que rodeaban el estandarte de la Virgen de Guadalupe; seguía el Regimiento procedido de su banda de música y trompetas, un cuerpo de Dragones con sus oficiales que portaban un retrato de Fernando VII; en seguida los charros con sus trajes típicos, peones a caballo, millares de gañanes y vecinos de pueblos, con hondas, lanzas, garrotes, hoces, espadas, machetes, puñales, palos, bolsas con piedras, reatas y lazos. Algunos venían armados de  mosquetes y pistolas y otros prestaban servicios para acarrear víveres, sin faltar mujeres que desempeñaban el puesto de vivanderas o sea las populares “soldaderas”.

El estandarte de Hidalgo fue colocado con sus respectivos honores en las “Casas Consistoriales”, después de la cárcel, que carecía de portal. (1)

La extensa Plaza de Armas, llamada entonces “De la Tanda”, donde estuvo el Mercado Serdán (2), llena estaba de reclutas los días que permaneció el Ejército en la localidad.

Ante el estandarte de los Insurgentes hacían ejercicios militares. Había festividades religiosas por los Capellanes del Ejército, precedidas por la Imagen Guadalupana que se llevaba a la Parroquia y recorría las calles en medio de grandes regocijos populares.

Alojado en Cura Hidalgo en el Cuartel del Regimiento del Príncipe, antiguo Hotel Rioja (3) colocaba el estandarte en lugar prominente. Gran número de soldados llevaban en la toquilla del sombrero o en la punta de la lanzas la Imagen de la Virgen de Guadalupe.

El Ejército de patriotas mexicanos que encabezaba el Sr. Cura don Miguel Hidalgo y Costilla, proclamador de la Independencia, hizo su entrada triunfal a Irapuato; en donde permanecieron varios días haciendo los preparativos para el ataque sobre Guanajuato, a la vez que en la capital de la Intendencia se preparaban los realistas para la defensa.

Entre tanto, el Ejército de los Insurgentes aumentaba considerablemente con los vecinos de la localidad y de las haciendas, así como de los procedentes de las poblaciones circunvecinas, y aún de puntos lejanos, coma La Piedad, Puruandiro y otros lugares de Michoacán; Irapuato era el campo de concentración y sus habitantes se adhirieron desde luego a la causa que defendía Hidalgo y sus denodados compañeros.

El Intendente Riaño envió un informe a Calleja el 26 de septiembre en el que le decía “…los pueblos se entregaron voluntariamente a los Insurgentes, hiciéronlo ya en Dolores, San Miguel, Celaya, Salamanca e Irapuato, Silao está presto a verificarlo…”

Efectivamente, en Irapuato se unió a Hidalgo la escolta del Regimiento del Príncipe; los habitantes contribuyeron con armas e infinidad de instrumentos cortantes que apresuradamente fabricaban o arreglaban los artesanos.

El ejército, de más de 30,000 hombres, fue proveído de víveres, ropa, utensilios y diversos menesteres. Había una fábrica de pólvora de concesión especial del Virrey, y se aprovechó para elaborar una gran cantidad de explosivos. Los hacendados, aún los españoles, tuvieron de acceder a las instancias de los jefes de la insurrección para proporcionarles cereales en abundancia, animales y dinero.

Salió el Ejército Libertador, después de haber desfilado ante el Comandante General Hidalgo, quien presenció la marcha, hacia el camino del Copalillo. “La Nopalera”; sentado en silla rústica, y ante la Imagen Guadalupana, a la sombra de un secular y frondoso fresno que estaba plantado en la calle que llevó el nombre de este árbol, (hoy avenida Morelos), cerca del rio, en cuyo sitio, después fue fabricada una casa de ladrillo de dos pisos y que perteneció a la señorita Basilia Chavero.

El Cura Hidalgo (4), dio libertad a un esclavo  negro en Irapuato.

En Irapuato estaba el Cuartel General de los Realistas, al mando del alférez Don Agustín de Iturbide. Las oficinas del cuartel estaban en la casa que se conoce como Hotel Rioja, y la casa habitación de este jefe, era la casa que es de la familia Rivera Nieto (5).

Irapuato se significó por su entusiasmo en ayudar a la causa; las mujeres preparaban alimentos, cosían géneros y todos alentaban a los insurgentes, para que no desmayaran en su magna empresa. Los campos quedaron prácticamente despoblados por numeroso concurso de hombres que se enrolaron ante el llamamiento del Cura Párroco de Dolores, cuya voz era imperiosa y se le obedecía incondicionalmente.

En esta congregación, conferenció con otro jefe insurgente procedente de San Pedro Piedra Gorda, el que vino a ponerse a las órdenes del comandante general, quien le ordenó saliera a Guadalajara a levantar gente en las regiones occidentales, llevando consigo varios hombres oriundos de esta población.  No se ha conservado la tradición del regreso de Hidalgo a Guanajuato; si entró a este poblado, o continuó su viaje directamente por Salamanca rumbo a Valladolid; pero se sabe que a lo menos, una fracción del ejército pernoctó en la localidad en donde se le unieron nuevos grupos de patriotas.

(1) Hoy desparecida; (2) Hoy la Plaza Monumental Hidalgo; (3) Hoy ‘Real de Minas’; (4) Adelantándose a su proclama de Guadalajara; (5) Esquina Revolución y Altamirano.

Texto de Eduardo M. Vargas (fragmentos). Tomado del documento Boletines de  Divulgación Histórica del Archivo Histórico de Irapuato.

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