Acorde al libro Apuntes Históricos de Irapuato, publicados por Genaro Acosta a principios del siglo pasado, las primeras plantas de fresa fueron importadas de Francia a México en 1849. Tales plantas, fueron posteriormente traídas a esta ciudad por don Nicolás Tejeda, quien fue jefe político del Distrito de Irapuato en varias ocasiones.
La cantidad de plantas traídas fueron un total de 14. Se colocaron en “almácigo, al pie del bordo del río frente a la morena y noria, en el terreno que se conoce como el Maussier”.
Este terreno corresponde, a lo que posteriormente se conoció por Santa Juliana, extensa huerta ubicada en la zona que actualmente cruzan las calles de Jalisco, final de Niños Héroes, Rihn y Prolongación de Francisco Sarabia, es decir la zona comprendida entre la actual calle de Guerrero y río Silao, al noreste de la ciudad.
Según el autor, allí permanecieron las plantas sin cultivar y como objeto de curiosidad entre los habitantes, hasta el año de 1858. En esa fecha, una persona de la cual se ignora el nombre, adquirió 30 plantíos de fresa a un precio muy alto para la época.
Mediante un cultivo verdaderamente primitivo, una regular cantidad de frutillas, con las que se hizo en Irapuato la primera nieve de fresa, que vino a ser una novedad sensacional y que sirvió a futuros esponsales a una señorita de la cual también se ignora el nombre.
No obstante, durante esa época el cultivo de la fresa no llegó a cobrar mayor importancia, debido a que no llegó a hacerse con eficacia y, por lo tanto, no adquirió relieve en lo económico, sino hasta la década de 1880, en que Oscar Droege, alemán radicado en Irapuato y excelente horticultor, vino a enseñar a los agricultores locales el cultivo técnico de la fresa, con lo cual puso ante sus ojos el filón de oro que ha llegado a ser. Hizo producir frutas notablemente grandes por medio del ingerto.
Droegue tenía cultivadas las fresas en la huerta de San Juan de Retana. De ahí el cultivo se extendió a la de Buenavista, hacienda desde donde el licenciado Joaquín Chico González, propietario de la misma, a raíz del establecimiento del Ferrocarril Central, impulsó el comercio de la fresa, aprovechando la facilidad de comunicación con la ciudad de México.
Las variedades primitivas de la fruta en cuestión han desaparecido, sustituidas por otras que las mejoran; y los mercados, así como las superficies de terreno plantadas de fresa, los clásicos fresales, han aumentado en proporciones gigantescas. Tanto que la actividad económica más importante de la población era la producción de fresa, siendo la mayor productora mundial, lo cual queda patente bajo el lema que recibe la ciudad, como «Capital mundial de las fresas»