Historia del Museo Nacional de Antropología

La sede actual del Museo Nacional de Antropología fue inaugurada el 17 de septiembre de 1964, y por más de cinco décadas, ha cumplido con la misión de investigar, conservar, exhibir y difundir las colecciones arqueológicas y etnográficas más importantes de México.

En la inauguración participó el entonces presidente de México, Adolfo López Mateos. El diseño estructural estuvo a cargo del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez.

El museo se construyó como una casa en forma de herradura, tiene un amplio patio central, en el que se encuentra la emblemática fuente en forma de sombrilla. En su edificación participaron cerca de mil trabajadores de la construcción y 200 arqueólogos, ingenieros, historiadores, museógrafos y artistas, quienes a lo largo de diecinueve meses trabajaron juntos día y noche, para poder lograr la creación de este recinto que está en la Ciudad de México.

A principios de siglo XX el terreno que hoy ocupa el museo era un campo ecuestre. De hecho, la forma elíptica que hoy en día tiene el Circuito Gandhi se debe al circuito de carreras. Años después el espacio fue ocupado por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.

Desde su concepción, este ícono de la arquitectura urbana del siglo XX, fue ideado para ser, más que un repositorio, un espacio de reflexión sobre la rica herencia indígena del país. En sus 22 salas y sus más de 45 mil metros cuadrados de construcción lo convierten en el museo más grande de México y en uno de los más destacados del mundo.

Este importante recinto alberga los testimonios arqueológicos y antropológicos forjados por múltiples grupos culturales durante cientos de años de historia.

Rinde un homenaje a los pueblos indígenas del México de hoy a través de un nutrido acervo que rescata los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y tradiciones que son patrimonio intangible de la nación y legado que pertenece a toda la humanidad.

El robo al museo en 1985

El mayor robo de piezas arqueológicas tuvo lugar durante la Nochebuena de 1985, (25 de diciembre de 1985):

Desde meses antes, quienes efectuaron el robo en el Museo Nacional de Antropología observaron las rutinas del personal y estudiaron lo que se llevarían. Se sabe que los ladrones saltaron la barda metálica del museo, ubicada sobre Paseo de la Reforma, y luego de cruzar el jardín penetraron por una escalera hacia el sótano, se introdujeron por los ductos de aire acondicionado hasta llegar a las salas de exhibición y, una vez dentro, tardaron alrededor de tres horas –entre 1:00 y 4:00 de la mañana- en robar 140 piezas de las salas Maya, Oaxaca y Mexica.

De acuerdo con los testimonios, las personas que se encontraban de guardia tenían como una de sus tareas recorrer cada dos horas los 15 mil metros cuadrados que constituyen el museo. Esa noche, en cambio, los vigilantes omitieron los recorridos y se concentraron en un solo lugar para celebrar la Navidad y fue hasta el cambio de guardia, alrededor de las 8:00 horas, cuando se descubrió el crimen.

El entonces presidente de la república, Miguel de la Madrid, instruyó al procurador de la república que de inmediato comenzaran las acciones de investigación y peritaje en las que participaron la Dirección de Servicios Periciales de la Procuraduría General de la República, el Ministerio Público y la Policía Judicial Federal, la Secretaría de Relaciones Exteriores a través de la Dirección General de Aduanas y personal de aeropuertos, así como las autoridades de la Secretaría de Educación Pública y del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Fue un hecho que trapazó las fronteras

Como una de las primeras acciones asumidas, se estableció comunicación con la Secretaría General de la Organización Internacional de Policía Criminal (INTERPOL) para notificar el robo y detallar las características de las piezas. El boletín fue enviado a 158 países junto con un expediente que incluía fotografías, huellas dactilares y pruebas periciales que pudieran contribuir en las investigaciones. Por su parte, la Asociación de Amigos del Museo Nacional de Antropología reunió la cantidad de 50 millones de pesos para entregarla como recompensa a la persona que proporcionara datos que condujeran a la recuperación de las piezas.

El escándalo a nivel mundial sobresaltó y paralizó a los ladrones, quienes guardaron las piezas y esperaron. Las investigaciones se prolongaron durante años, tiempo en el que se plantearon diferentes hipótesis, la más sólida afirmaba que los asaltantes pertenecían a una banda profesional que se dedicaba al robo de arte y que quizás eran los mismos responsables de los robos a otros museos en el mundo, en cuyo caso las piezas robadas ya no se encontrarían en el país.

Tuvieron que pasar casi cuatro años para descubrir que no fueron ladrones expertos sino dos jóvenes de clase media y que las piezas robadas jamás abandonaron su domicilio, ubicado en una de las zonas residenciales en el Estado de México. De acuerdo a las investigaciones de la PGR, Carlos Perches y Ramón Sardina, de 25 y 26 años de edad, fueron los autores del robo y tras llevarlo a cabo huyeron a casa de los padres del primero ubicado en la colonia Jardines de San Mateo para guardar la maleta que contenía las piezas robadas en el clóset de su recámara, donde permanecieron guardadas por espacio de un año. Perches, convencido de que el gran valor de su botín era inamovible, se trasladó a Acapulco donde entabló relaciones amistosas y laborales con narcotraficantes. Y fueron precisamente estas relaciones las que condujeron a una pista que llevó a su captura.

El 12 de junio de 1989 las portadas de la prensa nacional anunciaron la recuperación de las piezas y en las emisiones subsecuentes se fueron narrando los detalles de la investigación y las claves que permitieron el esclarecimiento del robo. Dos días después, en un acto profundamente nacionalista, el presidente de la república realizó la entrega oficial de las piezas recuperadas y exhortó a la nación “a actuar concertadamente en la tarea de defender y ampliar nuestras raíces culturales, no sólo como respuesta al agravio y hecho delictivo, sino como una actitud permanente e intensa del comportamiento público y particular”.

Por su parte, el entonces director del INAH, Roberto García Moll, declaró que las piezas eran las originales y se encontraban en buen estado. Posteriormente se inauguró una exposición temporal donde se exhibieron las piezas recuperadas. Ahí, Sonia Lombardo, directora del museo, explicó la procedencia de cada uno de los objetos.

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