Previo a la Batalla del Puente de Calderón, el 14 de enero de 1811, el Ejército Insurgente salió de Guadalajara, yendo al frente Ignacio Allende e Hidalgo, cubriendo la retaguardia don José Antonio Torres, conquistador de Guadalajara. Acamparon esa noche en las llanuras inmediatas al Puente de Calderón.
Batalla del Puente de Calderón
El 16 de enero, Don Miguel Hidalgo y don Ignacio Allende, al mando de las tropas insurgentes, que ascendía a algo más de noventa mil hombres, se enfrentaron al ejército realista de Félix María Calleja, que oscilaban entre los ocho mil efectivos, pero su armamento y su disciplina eran inmejorables. Así se dio la batalla y los realistas terminaron ocupando el Puente de Calderón, logrando una ventaja posicional.
El combate siguió al siguiente día, 17 de enero, y tras horas de intenso combate, la batalla se inclinó a favor del ejército español, obteniendo armas, municiones, víveres y dinero. Luego de este triunfo, que acaba con el principal núcleo insurgente, Calleja ocupó Guadalajara, dándose así por terminada la primera parte de la guerra de Independencia.
La batalla del Puente de Calderón, dejó ver las ventajas y desventajas de ambos contingentes. Por ejemplo, los insurgentes, a pesar de ser muchos más, no consiguieron rechazar al enemigo, debido al tipo de armas que poseían, en su mayoría arcos, flechas, piedras, machetes, cuchillos y unos cuantos fusiles. En cambio, los realistas se encontraban bien armados con sables, fusiles, pistolas y carabinas, asimismo, este ejército se encontraba mejor organizado, por lo cual se desempeñaron mejor en la contienda, consiguiendo alcanzar las distintas posiciones de la artillería de los insurrectos. Lucas Alamán refiere en su obra, Historia de México, que 95 cañones de los insurgentes quedaron inutilizados después del combate.
Uno de los factores que propiciaría el caos y retirada de los insurrectos de la posición del Puente de Calderón, fue el desventurado incendio en el lado del ejército de Hidalgo, situación que ocasionó la desbandada en plena batalla.
Allende despoja del mando y detiene al Cura Hidalgo
El 25 de enero de 1811, en la hacienda de San Blas de Pabellón, Aguascalientes; el cura Don Miguel Hidalgo y Costilla, es despojado del mando militar del Ejército Insurgente, en favor del general Ignacio Allende.
Luego de la derrota del Puente de Calderón, Allende cumple su propósito al despojar sin formalidad alguna, a Hidalgo del mando y mantenerlo en calidad de detenido, con vigilancia extrema y con orden de matarlo, en caso de que pretendiera huir. Ahí esperó Allende a José Rafael Iriarte, comandante de una División del Ejército realista en esa plaza, de dos mil hombres de las tres armas, que se le unió con mil quinientos efectivos.
Iriarte y Allende formaron en las filas de Calleja en 1801, eran amigos y compañeros de armas. Razones suficientes para que Allende, confiado, lo invitara a integrarse a los insurgentes. Iriarte se sumó gustoso, no sin antes recibir instrucciones de Calleja, de quien era brazo derecho. De tal manera que de Aguascalientes a las Norias de Santa María de Guadalupe de Acatita de Baján, los 893 insurgentes que resultaron detenidos, caminaron al lado del enemigo.
Sólo Allende pudo creer en la lealtad de “su amigo” José Rafael Iriarte, que en santa paz, los puso en manos de Elizondo. Esta confianza de Allende puso en su peor momento a la revolución que encabezaba. En su candidez nunca se percató que Iriarte y sus hombres ya los custodiaban y los conducían tranquilamente al lugar de la emboscada. Presupuesto del prendimiento y de la muerte.
Con información de Kiosco de la Historia, AGN