A 200 años de fusilado por la espalda, Mina hoy pone a España contra la espada y la pared
Los rayos del sol le dieron directo a la cara del General Mina. Eran las cuatro de la tarde y, ante sus ojos, el Fuerte de los Remedios, uno de los últimos refugios de la resistencia de los insurgentes, sostenido por el padre Torres. Su fusilamiento, ante ellos, era la advertencia: matarían a quien les traía armas, dinero y provisiones.
Se habían suspendido las hostilidades y había un profundo silencio, levemente alterado por el delicado musical del viento.
– No te des vuelta, se te va a fusilar, como cada traidor a España… por la espalda.
-“Dónde vino a quedar este caballero… qué necesidad”, se escuchó un susurro del capellán del batallón.
11 de noviembre de 1817, al pie del pequeño cerro del Bellaco, en Cuerámaro: el General estaba profundamente consternado por la muerte de su amigo Pedro Moreno. No suplicaría compasión:
– Directo, no me hagáis sufrir, dijo con voz de orden…
Se escucharon entonces los disparos del 1er Batallón de Zaragoza y un lamento:
– Mi país me ha traicionado, sus últimas palabras y, en el fondo, su última vista: un intenso cielo azul con la verde montaña, entre llenas nubes blancas.
… Para el joven Xavier Mina su vertiginosa vida de guerrillero indomable había terminado, no así sus ideales ni tampoco su espíritu.
Hoy, en la antesala del bicentenario de la Independencia, su país, España, tendrá que reconocerlo y reconociendo con ello todos sus ideales o, seguir considerándolo un traidor.
… Pero su viacrucis no acabaría allí: sus restos permanecieron por más de siete años tirados en la Barranca del Tigre, de donde posteriormente fueron sacados para depositarios en una urna en el Ángel de la Independencia.
Y, su viacrucis continúa porque ninguna autoridad, ni municipal, ni estatal ni federal, le tiene previsto un busto, un hemiciclo, un monumento que lo reconozca. Entre estas deudas por saldar, España tendrá que asumir una postura.
