Guanajuato ha sido etiquetado como un estado en el cual ninguna agitación de importancia se produjo durante la Revolución mexicana. Uno de los puntos principales de dicho cliché se refiere a la falta de una rebelión de peso y, en consecuencia, a la presencia de un proceso político conducido por las élites estatales. Sin embargo, como podremos apreciar a continuación, la agitación social en Guanajuato fue considerable durante los años del maderismo, en cuanto a su extensión en el territorio, su duración en el tiempo y sobre todo respecto de los grupos sociales y tipos de conflictos involucrados en la misma. En tal sentido, la idea de una falta de rebelión no se sostiene.
A fines de 1910, en respuesta a la convocatoria de Madero a una insurrección contra el gobierno del presidente Díaz, en Guanajuato se formaron seis núcleos agrarios conducidos por Cándido Navarro, Juan Bautista Castelazo, Francisco Franco, Moisés García, Catarino Guerreo y Adolfo Azueta. Los tres primeros resaltan, por solidez de sus liderazgos, su permanencia en el tiempo, por haber actuado en las regiones más ricas del estado y por haber sido reconocidas como fuerzas insurgentes pero las autoridades estatales y nacionales de la Revolución. Los conducidos por García, Guerrero y Azueta pueden ser catalogados de meras asonadas de corta duración.
El más permanente —inició su acción ininterrumpida a partir de noviembre de 1910— fue el conducido por Cándido Navarro. El grupo navarrista fue también el que tuvo mayor expansión en el área geográfica. Sus bases de operaciones fueron los descritos de Silao, León, Romita y La Luz, situados en el centro-oeste del estado, pero se extendió luego hacia otras regiones del sur y el este de Guanajuato e incluso penetró en San Luis Potosí. Navarro, maestro de primaria de extracción humilde, nacido en el pequeño pueblo de la Aldea, había logrado superarse y estudiar gracias a la ayuda de los protestantes. Su trayectoria política fue reconocida dentro de la lucha en pro de la democracia durante los últimos años del gobierno de Porfirio Díaz. En un inicio, recibió apoyo principalmente de algunos rancheros de Silao.
Los otros dos grupos se formaron tardíamente, meses después, cuando el triunfo de la rebelión maderista era casi un hecho. El conducido por Juan Bautista Castelazo, abogado, político y mediano empresario, dueño del Rancho de San Miguel de las Posadas, había participado como miembro del gobierno porfirista, ocupando puestos públicos en el poder judicial. Este personaje fue el primer gobernador maderista de Guanajuato. Finalmente, el tercer grupo, comandado por Francisco Franco, hijo de un hacendado, constituye el caso típico de un hombre poderoso que junta sus peones y se va a la Revolución, a fin de recuperar el poder político y económico de una región. El movimiento tuvo lugar en la zona de Valle de Santiago-Celaya.
Durante el periodo anti maderista de la rebelión, entre junio de 1911 y febrero de 1913, ésta estuvo integrada por un sinnúmero de gavillas, que mantuvieron en constante agitación a la totalidad de la región del Bajío. Con el objeto de combatirlos, el gobierno destinó parte importante de los recursos públicos al fortalecimiento de las fuerzas armadas estatales, pero el movimiento fue en realidad contenido por la intervención del ejército federal y el empleado de poderosas armas de combate, como fue el caso de las ametralladoras.
Si tenemos en cuenta el origen social de los líderes, la insurgencia anti maderista presentó un carácter más popular que la anti porfirista.
En efecto, un buen número de sus dirigentes surgió de entre la gente humilde. Teodoro Barajas fue miembro de una familia de artesanos zapateros; otros fueron medieros, como Mauro Pérez, Tomás Pantoja y Benito Canales. Jesús Armendáriz y sus hermanos Juan y Gabino, desocupados en el tiempo de la rebelión, habían trabajado en las minas y también en el rancho Cañada de Alfaro y en la hacienda de Chichimequillas. Varios de ellos eran rebeldes bandoleros antes de 1910. Se hicieron famosos antes y durante la Revolución e incluso fueron cantadas sus hazañas en corridos. Tal fue el caso de Teodoro Barajas y Benito Canales. Sin embargo, no todos tenían un origen popular. Pedro Pesquera, quien ocupó la jefatura del movimiento iniciado en la etapa anterior por Cándido Navarro, pertenecía a una familia de acomodados rancheros españoles de la región de Silao.
Las demandas de los alzados estuvieron encaminadas a luchar en contra de los altos impuestos y de la leva, particularmente grave en Guanajuato por ser un estado con una alta densidad de población. Protestaron contra las multas y los fraudes a los introductores en pequeño de frutos minerales y abusos en los precios de las tiendas de raya de las negociaciones mineras, industriales y agrícolas.
Los líderes reivindicaban un lugar legítimo en la estructura institucional del Estado Mexicano, al que pretendían acceder a través de puestos públicos o de milicia.
Así muchos de ellos se sumaron al maderismo con interés de participar en la política. Teodoro Barajas pretendía la Jefatura Política Auxiliar de la Hacienda de San Juan de la Puerta, en el distrito de Manuel Doblado. Otros aspiraban a integrarse formando parte de las fuerzas armadas revolucionarias prometidas en el Plan de San Luis.
Heredados por una tradición bandolera muy arraigada en la región, es decir, proclives a transformar rápidamente el descontento en rebeldía, los líderes se volvieron furiosos contra el gobierno cuando Madero, luego de firmar con el régimen porfiriano a los Acuerdos de la Paz de Ciudad Juárez, desarrolló una política tendiente a excluir del maderismo a los líderes de la insurrección contra Díaz.
Otro tipo de movimiento de fuerte presencia en Guanajuato fue el motín urbano. En mayo y junio de 1911 hubo 16 motines, la mayoría de éstos en ciudades intermedias ubicadas a lo largo y ancho del territorio del estado. Así, la coyuntura de la transición entre el gobierno de Díaz al de Francisco I. Madero fue sumamente conflictiva y violenta, tanto que los motines fueron una de las causas de la caída del recientemente nombrado gobernador Enrique Aranda, cuya política de mano dura más que solucionar el problema condujo a exacerbarlo. Como ha sido visto en otras partes de la República, se trató de movimientos verticales que involucraron a amplios sectores sociales, cuyos intereses coincidían en la defensa de la autonomía local, Participaron en ellas distintas facciones de dirigentes políticos locales, que competían entre sí, y también los vecinos de las ciudades y de los campos circunvecinos, que vivían o comerciaban en los poblados.
El motivo de la contienda fue el cambio de los jefes políticos, una institución fundamental, especialmente en Guanajuato, donde en 1910 el jefe era no sólo el representante del poder ejecutivo en los distritos, sino el presidente municipal.
El conflicto fue conducido y controlado por los dirigentes locales, quienes demostraron una gran capacidad para movilizar al pueblo detrás de sus consignas. Esta práctica suponemos que databa de mucho en Guanajuato, donde las fracciones políticas en competencia solían movilizar la fuerza persuasiva de la multitud como una forma de imponerse sobre sus contrarios.
Conjuntamente, en el motín se expresó una serie de hechos que guardan relación con los intereses populares. Así la quema de archivos en la jefatura, en el municipio y en las oficinas recaudadoras de rentas y la liberación de presos expresan el descontento y el interés por destruir la documentación referida a excesivo cobro de impuestos y a la leva, o sea, el reclutamiento injusto de personas a fin de incorporarse a la milicia. Así mismo, la participación en la elección de los nuevos jefes políticos, tomando parte en aquellos distritos donde estuvo permitido, pone en evidencia la propensión de los habitantes de las ciudades por participar en la política, a partir de las oportunidades que les ofrecía el maderismo.
Las huelgas de obreros fabriles se iniciaron en mayo de 1911 y se extendieron a lo largo del periodo maderista. A finales de dicho mes hubo desórdenes en los talleres de José Fox en Irapuato. En julio, los obreros de la fábrica de tejidos La Reforma, en Salvatierra, se fueron a la huelga para protestar por <<el carácter despótico del maestro, quien da maltrato a los obreros>> y en defensa de la fuente de trabajo. En abril de 1912 se desató una huelga en la fábrica de Hilados y Tejidos La Aurora, en San Miguel de Allende. Si bien con el descontento se dio el estallamiento de huelgas a lo largo del periodo, más marcado en el sector textil, este tipo de conflicto no llegó a constituir un movimiento en el estado. Más bien las huelgas obreras fueron esporádicas y muy ligadas a los vaivenes de la negociación nacional entre empresarios y patrones, impulsadas por el gobierno maderista a través del Departamento de Trabajo.
Lo que sí constituyó un movimiento estatal importante fueron <<las huelgas de obreros agrícolas>>, que tuvieron lugar de manera continua entre octubre de 1911 y abril de 1912. Numerosos conflictos abarcaron todo el territorio del estado, aunque su concentración fue mayor en los distritos de la rica región cerealera del Bajío.
Las peticiones más comunes nos hablan de obreros agrícolas y medieros, funciones que generalmente desarrollaba una misma persona. Hubo una masiva solicitud de aumento de jornaleros, que osciló entre 27 c y 50 c diarios. Además de toda una serie de reclamaciones relacionadas con aquellos que trabajaban tierras a medias con el hacendado, básicamente en cuanto a que se midiera con equidad tanto el maíz que proporcionaba la hacienda para la siembra como el que se recogía de la cosecha de los medieros, las demandas abarcaron un amplio espectro de problemas, desde malos tratos, trabajos excesivos y rebaja del precio de los alimentos, hasta vejaciones indebidas, originadas por diferencias en las opiniones políticas.
El movimiento contó con la oposición militante de un grupo de hacendados del estado, conducidos por la Cámara Agrícola Nacional de León, quienes se opusieron al aumento de salarios.
Sin embargo, la persistencia y el alto grado de violencia desplegada por los inconformes, junto con la necesidad de iniciar los trabajos de la siembra del maíz, impulsó a algunos empresarios a negociar. En este mismo sentido debe considerarse la acción del gobernador Víctor José Lizardi, quien a través de los jefes políticos, impulsó una apolítica de conciliación entre patrones y trabajadores. Así logró que una parte importante de los hacendados brindara el aumento de salarios solicitado, por lo que en consecuencia la ola de huelgas decayó. En resumen, si bien la rebelión en Guanajuato tardó en despertar, entre noviembre de 1910 y abril de 1911 la proliferación de gavillas fue permanente. En mayo y junio de 1911, el aumento de grupos rebeldes en el campo se sumaron los motines, que convirtieron al estado en un polvorín durante la coyuntura del cambio de régimen. Luego del triunfo del maderismo, surgieron gran cantidad de gavillas lideradas por sus seguidores disconformes y hubo un movimiento huelguístico de trabajadores agrícolas. Asimismo, obreros industriales, especialmente en las fábricas textiles, manifestaron inconformidad y en muchos casos se fueron a la huelga.
Sin embargo, a pesar de su envergadura, es indudable que la insurgencia popular en Guanajuato no llegó a niveles de rebelión generalizada. Sobre todo, no se formó allí un movimiento político de la magnitud que tuvieron el zapatismo o el villismo.
Surgen las preguntas: ¿Por qué no cuajó a nivel local tal movimiento político? ¿Qué hizo que los diversos tipos de levantamientos, rebeliones agrarias, motines y huelgas formaran una revuelta inconexa y fragmentada que, si bien tenían en determinados momentos capacidad militar como para desarticular el territorio, no lograron conformarse en una alternativa real del poder?
A fin de encontrar una primera respuesta a los interrogantes planteados, estudiaremos lavase social de la rebelión, cuyo perfil se relaciona con las características de la estructura económica y de la población en el estado de Guanajuato.
Tomado del libro El movimiento Revolucionario en Guanajuato, 1910-1913, páginas de la 17 a la número 24. Editorial la Rana, del instituto Estatal de Cultura).