Mártires del 22 de abril

El 22 de abril de 1937, Juan Anguiano, Luis Fonseca, Simón Soto, Reynaldo Ordaz, Antonio García y Antonio Vargas fueron emboscados en un predio cercano a la mina del Cubo, por un grupo de gavilleros que los asesinaron de manera inmisericorde.

El grupo de mineros alistaba el registro del sindicato ante autoridades estatales y federales, algo que no fue bien visto por los dueños de la empresa estadounidense que era dueña del centro de trabajo.

Los gavilleros recibieron la instrucción de acabar con la vida de los mineros que intentaban por vez primer organizar un sindicato, como parte de la industria minera en el Estado de Guanajuato.

Cabe señalar que los mineros tenían salarios bajos y no había condiciones laborales de seguridad. Además, los procesos dentro de las minas ocasionaban daños en su salud.

Los años han pasado, pero el recuerdo de estos hombres permanece en la memoria de los habitantes de la Capital del Estado, en especial entre los miles de hombres y sus familias que han encontrado en la actividad minera su medio de sustento.

Narrativa de lo ocurrido:

Testigo histórico del triste episodio conocido como el de “Los Mineros Mártires de Guanajuato”, ocurrido el 22 de abril de 1937, don Alejandro Licea Martínez narra en un escrito de puño y letra, el reprobable hecho en el que fueron privados de la vida los compañeros mineros sindicalistas Juan Anguiano, Luis Fonseca, Antonio García, Reynaldo Ordaz, Simón Soto y Antonio Vargas.

 

El 22 de abril de 1937, en el paraje conocido como “Las Raíces”, que se localiza en el camino de la Ciudad de Guanajuato al mineral de El Cubo, fueron acribillados bárbara, artera y cobardemente seis trabajadores mineros, pertenecientes a la Sección 4 del Sindicato Industrial de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana, la organización profesional que agrupa a la casi totalidad de los trabajadores mineros del país y que entonces tenía apenas tres años y nueve meses de vida.

 

Las empresas imperialistas quisieron ahogar en sangre a la pujante Organización que rápidamente estaba consiguiendo mejores condiciones de vida para los trabajadores de las tinieblas (los mineros).

 

Las compañías veían con razón, en el naciente Sindicato Minero Nacional, a su más peligroso enemigo y queriendo amedrentar el ánimo de los mineros, pensaron ilusos, que matando a los líderes de una de las Secciones más batalladoras y entusiastas, los trabajadores desistiríamos de nuestras luchas reivindicatorias y pagaron a un grupo de facinerosos, que merodeaban por las sierras de Guanajuato, remanentes de las gavillas de Cristeros, que ya no tenían banderas, pues desde 1929 se había firmado la paz entre el gobierno y la Liga de la Defensa Religiosa, vale decir el alto clero religioso.

 

La lucha de clases se manifestaba en una modalidad extraña, pues los asesinos que eran miembros de la clase campesina, se alquilaban para matar a líderes agraristas quienes pedían que la revolución hecha gobierno cumpliera uno de los postulados más caros de la lucha: dar un pedazo de tierra para cada campesino, bandera zapatista, o bien se alquilaban como en el caso que comentamos, a una empresa extranjera para asesinar a un puñado de mineros.

 

Estos trabajadores, que no habían cometido otro delito que el de entablar una justísima lucha por mejorar sus condiciones de trabajo y mejorar los salarios de hambre que les pagaban las empresas extranjeras: $1.50 por jornada de trabajo.

 

El gerente de la Cia. Minera del Cubo, SA, Max F. Qüin, aconsejado por el capataz Apolinar Valdez, pagó DIEZ MIL PESOS para que asesinaran a los directivos de la Sección 4, de la que nosotros éramos de la Fracción I, hoy Sección 142.

 

Al terminar la sesión semanal, los dirigentes regresaban a la Cuidad de Guanajuato en carro de sitio manejado por el chofer José Gómez, pero al llegar a “Las Raíces”, encontraron un camión de carga que obstruía totalmente el paso y cuando el coche se detuvo, salieron de entre la maleza los asesinos que, contra toda justicia y sin mediar palabra alguna, fueron abatiendo a tiros a todos los ocupantes del carro de sitio, a excepción del chofer a quien permitieron que regresara a pie a Guanajuato, procediendo a incendiar el automóvil.

 

La consternación en todo el país fue grande, era entonces Presidente.

 

Ciertos pensamientos son plegarias. Hay momentos en que, sea cual fuere la actividad del cuerpo, el alma está de rodillas. Víctor Hugo (1802-1885) Novelista francés

 

de la República el general Lázaro Cárdenas y gobernador de Guanajuato Luis I. Rodríguez, con ellos, por primera vez en la historia, los obreros éramos tratados como personas; así que un hecho tan salvaje despertó la indignación, no sólo entre los trabajadores de todo el país, sino también en las esferas oficiales.

 

A nuestros mártires se les hicieron honras fúnebres jamás vistas en la Ciudad de Guanajuato, el gobernador pronunció un discurso lleno de encendida fe revolucionaria, entre muchos otros; en el panteón municipal se levantó un monumento para perpetuar la memoria de quienes habían escrito con su sangre, sus anhelos de redención para los mineros.

Fragmento tomado de: Los Mártires de Guanajuato, ¡Presente SNTMMSSRM – LosMinerosMx. Publicado en mayo de 2021.

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