Por: Lic. José Luis Chávez
Director de Comunicación Social
Presidencia de Irapuato
“Era, alto, muy alto, señor…”
“Grandote, robusto, de tez blanca, requemado por el sol…”.
“Sus ojos eran claros, con una mirada penetrante, fija. Imponía su figura…”.
“Era, el mismísimo Pancho Villa, lo tuve, a unos veinte centímetros de mí, me acarició la cabeza y siguió de largo su camino, rodeado de muchos hombres, todos armados, con carrilleras cruzadas en el pecho y enormes pistolas fajadas al cinto, eran, según se, su Estado Mayor, los Dorados de Villa…”.
“Aquí lo tuve señor, cerquita de mí. Yo, era una niña de, no sé, de seis años… Mi mamá me tomó de la mano y me dijo: “Vamos a ver a Pancho Villa, ya llegó a Irapuato…”
“Mucha gente, salió a ver con admiración el paso de Pancho Villa por las calles de Irapuato, según platicaba mi mamá, acababa de llegar en un tren cargado de soldados de la División del Norte…”
Sí, es la voz, cansada, pero clara, con una mente lúcida, coherente, de la señora Blanquita, quien se nos adelantó ya hace rato en el camino sin retorno, ahorita tendría unos, cien años si no estoy equivocado.
“Mi mamá conoció personalmente a Doroteo Arango, Pancho Villa, cuando estuvo aquí en Irapuato hasta por dos ocasiones, allá por el año de 1915”, nos dijo la señora Blanquita, quiera era, o es dueña de un hotel de la calle Morelos, donde llegaban los Ferrocarrileros a pasar la noche.
“Nos contaba mi mamá, cuando llegó procedente de Zacatecas en varios trenes cargados de soldados de la División del Norte, aquí estuvo acantonado por una semana completa antes de moverse a Salamanca y luego a Crespo, camino a Celaya para librar la primera de las dos batallas, de las cuales fue derrotado por Álvaro Obregón al frente del ejército Constitucionalista, los días 6 y 7 de Abril de 1915, sí, exactamente hace 102 años, y allá por el rumbo del “Buen Tono”,( una fábrica de cigarros, de la cual todavía existen las ruinas), aquel mediodía se dio el primer enfrentamiento.
Villa con veinte mil hombres y al final según el parte oficial, del día 7 a las seis de la tarde, se decretaba un cese al fuego, Villa se batía en retirada, luego de haber sufrido 1,800 muertos, 3,000 heridos y la pérdida de cientos de ametralladoras, cañones y rifles. Obregón, sufrió 526 muertos y 866 heridos.
La primera batalla de Celaya, había terminado
Pero nos platicaba doña Blanquita: “Villa, a pie, rodeado de Trillo, Fierro, Bracamontes, se vino caminando de la Estación, por la calle que conocimos mucho tiempo como Calzada de la Industria, brincó el puente de piedra del antiguo brazo del río Silao y dio vuelta por la calle Colón, hasta llegar al mercado viejo, a la parroquia del centro y de ahí al jardín principal donde le ofrecieron una nieve de limón, según se supo”.
“Sí pues, aquí nació la canción hecha leyenda, el “Siete Leguas”, que por cierto era una yegua, quien no se acuerda de esas estrofas de: “En la estación de Irapuato…”.
“Y es cierto, sí existieron “Los Horizontes”, un grupo de músicos callejeros, compuestos a veces por siete elementos, otras solamente quedaban tres, el del arpa, la vigüela y el guitarrón, quien no se acuerda de: “En la estación de Irapuato, cantaban los horizontes”.
“Y claro que mucho tiene de leyenda urbana el corrido, porque dice que: “Ahí combatió formal, la Brigada Bracamontes. En la estación de Irapuato, cantaban los horizontes”. Contaba Doña Blanquita.
Y sí, eso que hizo la Brigada Bracamontes, se le debe llamar, heroísmo, lealtad, porque al regreso de la segunda batalla en Celaya, por ahí del 13 de Abril de 1915, huyendo, diezmado llegó Pancho Villa a Irapuato, pero la gente de Obregón buscaba aniquilarlo y lo hizo replegarse hasta León, a la Trinidad y Santa Ana del Conde, por lo que la Brigada Bracamontes le cubrió las espaldas, la retirada al Centauro del Norte y sus escasos hombres y en la primera refriega, por cierto ahí cerca de Las Huertas de Retana, de lo que se llamó las casas de Chambón, hoy Juventino Rosas, cayeron abatidos los primeros de ese puñado de valientes, y se defendieron hasta donde se ubica ahora el barrio del Ranchito, la Santa Julia, por fortuna, eran en ese entonces, solamente baldíos, pegados al llamado brazo del río Silao, hoy Blvd. Díaz Ordaz, por lo que la población civil se vio a salvo.
De aquí salió Pancho Villa rumbo a Celaya para el encuentro con su destino final. Siempre impuso disciplina entre su gente, no hubo robos ni saqueos ni falta de respeto a las damitas, la gente lo quería, lo admiraba. Los ricos temblaban solamente al escuchar pronunciar su nombre. Aquí regresó derrotado, mandó traer treinta mil hombres más del norte para volver a Celaya por la revancha, en lo que se llamó el segundo y definitivo combate, el 13 de Abril, que traería el aniquilamiento de la División del Norte. Esta segunda vez sufrió la pérdida de cuatro mil dorados, muertos en la refriega, ocho mil prisioneros, 5 mil fusiles, 30 cañones y en sus trenes en retirada hacia Irapuato llevaba más de 5 mil heridos y todos terminaron en una enorme fosa común, allá por el bordo del río Silao, La Santa Julia.
Irapuato forma desde 1910 parte de la historia de la Revolución Mexicana, aquí estuvo Pancho Villa, aquí combatió formal la heroica Brigada Bracamontes, sí le cantaron los “Horizontes” y si traía al “Siete Leguas”.
“En la estación de Irapuato…”.