El 13 de abril de 2020 la comunidad universitaria conmemoró el 278 Aniversario Luctuoso de Doña Josefa Teresa de Busto y Moya, indudable figura histórica de primer orden por tener ella la iniciativa de promover la fundación, en la entonces villa de Santa Fe y Real de Minas de Guanajuato, de un Colegio de los padres de la Compañía de Jesús, mismo que, con el paso del tiempo, se convertiría en la actual Universidad de Guanajuato.
Su biografía
Se sabe poco acerca de la vida de la insigne benefactora. Nacida en 1682 y originaria de esta ciudad cuando aún era villa, vivió la mayor parte de su niñez y juventud en la ciudad de Santiago de Querétaro. Regresó a Guanajuato raíz de su matrimonio, en 1701, con Don Manuel de Aranda y Saavedra, español originario de la provincia de Extremadura, y de quien se sabe que ya hacia 1696 radicaba aquí. Con él Doña Josefa tuvo 11 hijos antes de enviudar, en 1729.
A partir de entonces, nos comenta el historiador y archivista Jesús Rodríguez Frausto, la figura de Doña Josefa comenzó a destacar, en tanto que se hizo cargo de los negocios que hasta entonces administraba junto con su esposo. Así la benefactora tomaría importantes decisiones que marcarían profundamente la historia del pueblo guanajuatense.
Fue el 23 de mayo de 1732 cuando Doña Josefa compareció ante el escribano público, don Félix Alfonso Martínez de León, para dejar constancia formal del ofrecimiento de $60,000 en reales para la manutención del mencionado colegio jesuita, sin la autorización para fundarlo, de parte de Felipe V, Rey de España, se concretaba en los siguientes ocho años, a partir de la fecha de la elaboración de esta escritura. En posterior escritura, la benefactora daría en cesión la casa que tenía en la calle de Cereros -hoy calle Lascuráin de Retana-, justo donde ahora se encuentra el Edificio Central de la Universidad de Guanajuato. Esta casa incluía la capilla que otrora fuera del hospital de los indios otomíes, y que actualmente es el Salón del Consejo Universitario.
En esta iniciativa, Doña Josefa fue secundada por varios empresarios mineros de la localidad, quienes se comprometieron a recaudar fondos diariamente, obtenidos de las ganancias que generaban las minas que tenían en propiedad. En este afán destacaron don Francisco Matías de Busto y Moya y Monroy, hermano de Doña Josefa, y don Juan de Herbas, quienes se comprometieron a entregar $10,000 y $5,000 en reales, respectivamente, bajo las mismas condiciones en que lo había hecho la benefactora.
Mientras se obtenía la autorización real, se obtuvo, tanto de parte del Virrey don Juan de Acuña, como del Obispo de Michoacán, don Juan José de Escalona y Calatayud, en julio y noviembre del mismo año de 1732, la autorización para que se asentaran varios padres jesuitas en Guanajuato, conformando el Hospicio de la Santísima Trinidad, y no sería sino hasta el 20 de agosto de 1744 que el Rey autorizaría el establecimiento del Colegio del mismo nombre. Lamentablemente, no tocó conocer a Doña Josefa esta disposición debido a que la muerte le llegó dos años antes de esta fecha, contando ella con la edad de 60 años.
Su testamento
En su testamento, Doña Josefa hizo referencia a una nueva escritura en la que mantenía su compromiso de apoyar económicamente la fundación del Colegio, ya que los ocho años iniciales que se habían previsto como plazo de término, en el documento de 1732, habían concluido. Sin embargo, la esperanza persistía porque, a diferencia de la primera ocasión, no se partía de cero, sino que ya había en Guanajuato un Hospicio en el que los padres jesuitas habían iniciado su labor educativa, y Doña Josefa dejó expreso en su último legado que, aunque no se llegara a fundar el tan anhelado Colegio, mientras hubiera un hospicio éste seguiría contando con el apoyo necesario para seguir funcionando.
El sueño de Doña Josefa
Esta parte de la historia es muy conmovedora e inevitablemente nos lleva a reconocer que actualmente estamos viviendo como realidad lo que para Doña Josefa Teresa de Busto y Moya fue su más preciado sueño: ofrecerle a su comunidad una institución que le trajera la prosperidad que acompaña a la cultura, y sin la cual toda riqueza material resulta vacía. Más aún, esta historia nos advierte del enorme alcance que ha tenido el sueño de la benefactora, quien pedía la fundación de un Colegio para algunos centenares de estudiantes, y que se ha convertido hoy en una universidad que los cuenta por miles y cuya cobertura supera los límites geográficos de la capital del estado.
Este hecho no ha sido gratuito, pues del sueño inicial a nuestra realidad actual median muchas generaciones de estudiantes y profesores que con su incansable y cotidiano esfuerzo han contribuido al crecimiento de esta casa de estudios y así seguirá siendo en los tiempos por venir. No obstante, vale siempre recordar que en el inicio estuvo el anhelo de esta dama, que se fincó sobre esta tierra como el más sólido e inamovible de los cimientos.
Hoy se recuerda a Doña Josefa Teresa de Busto y Moya, la insigne benefactora, no sólo para honrar la iniciativa que a la postre llevó a la conformación de la máxima casa de estudios del Estado de Guanajuato, y que por ello la convierte en su figura fundacional por excelencia, sino además para que en el presente recuperemos la decisión y el temple con el que su generoso acto tuvo a bien darle el perfil cultural a todo un pueblo, y lo proyectemos hacia el futuro, con nuestra entrega y trabajo diario, para seguir haciendo de la Universidad de Guanajuato una institución educativa de primer orden.
Con información de Universidad de Guanajuato