¿Quién fue Eugenio Garza Sada?

Este 17 de septiembre se cumplen 51 años del asesinato del empresario Eugenio Garza Sada, en Monterrey, Nuevo León, durante un intento de secuestro a manos de la denominada Liga Comunista 23 de septiembre.

El hecho ocurrió un 17 de septiembre de 1973, a las 9 am, cuando Garza Sada se dirigía a las oficinas de la Cervecería Cuauhtémoc, acompañado de su chofer, Bernardo Chapa, y el guardaespaldas, Modesto Torres Briones. En una camioneta donde viajaban Hilario Juárez García, Javier Rodríguez Torres, Anselmo Herrera Chávez y Elías Orozco Salazar, les cerró el paso.

De acuerdo con investigaciones, entrevistas a testigos y la reconstrucción del homicidio, los hechos ocurrieron en el cruce de Villagrán, y Luis Quintanar, en la colonia Bella Vista. Del vehículo descendieron otros dos jóvenes integrantes de la Liga Comunista, identificados como Anselmo Herrera Chávez y Javier Rodríguez Torres, quienes se acercaron al Ford Galaxie negro, del empresario. En el intento, el chofer disparó a ambos, dejándolos heridos. Durante el fuego cruzado, Garza Sada recibió un disparo y el tercer guerrillero Elías Orozco, intentó llevárselo a una casa de seguridad, donde lo mantendrían secuestrado, hasta recibir una recompensa de 5 millones de pesos. No obstante, al quedar inconsciente, este lo colocó en el suelo y escapó. El regiomontano Garza Sada, de 81 años, murió a causa de las lesiones.

 

Liga Comunista 23 de Septiembre

En los años 70´ había una guerrilla que se conformaba por estudiantes universitarios, que inició en el barrio de San Andrés, en Guadalajara, después fue conocida como la Liga Comunista 23 de Septiembre que imprimió y distribuyó de manera clandestina el periódico Madera, por lo cual fueron perseguidos, detenidos, torturados y desaparecidos cientos de mexicanos.

De 1974 a 1984 la liga estuvo activa; además surgieron otras como Unión del Pueblo y las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo.

Devoto impulsor de la educación

Don Eugenio Garza Sada nació el 11 de enero de 1892. Su infancia coincidió con la primera etapa de la industrialización en México, en pleno porfiriato (1876 – 1910), época en que los inversionistas extranjeros introdujeron las tecnologías más modernas del momento.

Desde niño, con el ejemplo de su padre, recibió lecciones que después le resultarían fundamentales en su carrera profesional. Aprendió a convivir con el riesgo y los problemas. Asimiló las muestras de patriotismo, de servicio a la comunidad, de rectitud, de modestia, de exigencia personal y de severidad. Fue forjando, en definitiva, esa personalidad que iba a alcanzar tantos y tantos logros.

Don Eugenio Garza Sada fue un devoto impulsor de la educación. Creía firmemente en que el desarrollo humano conduciría a que México fuera un mejor país. Así, a través de la Sociedad Cuauhtémoc y Famosa, canalizó recursos muy importantes para la impartición de cursos y, sobre todo, para el otorgamiento de becas para los hijos de quienes trabajaban en las empresas afiliadas.

A los veintiséis años de trabajar en la Cervecería Cuauhtémoc, don Eugenio consideró impostergable la preparación de técnicos mexicanos y emprendió su obra más importante: el Tecnológico de Monterrey, auspiciado por Enseñanza e Investigación Superior, A. C.

Para ello reunió a un grupo de empresarios regiomontanos y cristalizó la idea de crear una institución cuyo objetivo fuera formar integralmente -y no sólo como profesionistas bien calificados- a hombres y mujeres. Esta institución, concebida en la mente de don Eugenio, según se dice, desde 1917, comenzó modestamente en una casa del centro de Monterrey, en 1943, con 350 alumnos y unos cuantos profesores.

Don Eugenio dedicó gran parte de su tiempo a esta institución, siendo presidente del Consejo Directivo del Tecnológico desde 1943 hasta la fecha de su muerte.

Ideario de Don Eugenio Garza Sada

Don Eugenio definió el Ideario Cuauhtémoc -conocido también como “Ideario de don Eugenio Garza Sada”- mucho antes de que en las empresas se hablara de códigos de ética o de enunciados de la misión. Este documento contiene 17 normas y conceptos personales, y fue distribuido entre sus compañeros de trabajo, con la petición de tenerlo en un lugar visible en sus oficinas, siendo él mismo el primero en poner el ejemplo:

I. Reconocer el mérito de los demás.

Por la parte que hayan tomado en el éxito de la empresa y señalarlo de manera espontánea, pronta y pública. Usurpar ese crédito, atribuirse a sí mismo méritos que corresponden a quienes trabajan a las órdenes propias, sería un acto innoble, segaría una fuente de afecto e incapacitaría para comportarse como corresponde a un ejecutivo.

II. Controlar el temperamento.

Debe tenerse capacidad para dirimir pacífica y razonablemente cualquier problema o situación, por irritantes que sean las provocaciones que haya que tolerar. Quien sea incapaz de dominar sus propios impulsos y expresiones, no puede actuar como director de una empresa. El verdadero ejecutivo abdica el derecho a la ira.

III. Nunca hacer burla

De nadie ni de nada. Evitar las bromas hirientes o de doble sentido. Tener en cuenta que la herida que asesta un sarcasmo, nunca cicatriza.

IV. Ser cortés.

No protocolario, pero sí atento a que los demás encuentren gratos los momentos de la propia compañía.

V. Ser tolerante.

De las faltas que puedan encontrarse en la raza, color, modales, educación, o idiosincrasia de los demás.

VI. Ser puntual.

Quien no puede guardar sus citas, muy pronto se constituirá en un estorbo.

VII. Si uno es vanidoso, hay que ocultarlo.

Como el secreto más íntimo. Un ejecutivo no puede exhibir arrogancia ni autocomplacencia. Cuántas veces los fracasos de hombres bien conocidos confirman el adagio de “el orgullo antecede a la caída”. Cuando uno empiece a decir que otros empleados son torpes, o que los clientes son mezquinos o necios, habrá empezado a meterse en embrollos.

VIII. No alterar la verdad.

Lo que uno afirme, debe hacerlo reflexionando; y lo que prometa, debe cumplirlo. Las verdades a medias pueden ocultar errores, pero por poco tiempo. La mentira opera como un bumerang.

IX. Dejar que los demás se explayen.

Especialmente los colaboradores, hasta que lleguen al verdadero fondo del problema, aunque tenga que escuchárseles con paciencia durante una hora. Haría uno un pobre papel como director, si dominara una conversación en vez de limitarse a encauzarla.

X. Expresarse concisamente.

Con claridad y completamente, sobre todo al dar instrucciones. Nunca estorba un buen diccionario a mano.

XI. Depurar el vocabulario.

Eliminar las interjecciones. Las voces vulgares y los giros familiares debilitan la expresión y crean malentendidos. Para demoler verbalmente a sus enemigos, los grandes parlamentarios nunca emplearon una sola expresión vulgar.

XII. Asegurarse de disfrutar el trabajo.

Es muy legítimo tener pasatiempos predilectos e intereses en otras cosas, pero si se estima como un sacrificio venir los sábados o quedarse en la oficina más allá del horario en caso preciso, entonces lo que se necesita es un descanso y otra compañía en donde trabajar.

XIII. Reconocer el enorme valor del trabajador manual.

Cuya productividad hace posible la posición directiva y afirma el futuro de ambos.

XIV. Pensar en el interés del negocio más que en el propio.

Es buena táctica. La fidelidad a la empresa promueve el propio beneficio.

XV. Análisis por encima de la inspiración o de la intuición.

Este debe ser el antecedente para actuar.

XVI. La dedicación al trabajo.

Beneficia al individuo, a la empresa y a la sociedad entera. En esto se asemeja a un sacerdocio.

XVII. Ser modesto

Si no se comprende que nada tienen que ver con el valor de la persona -el tamaño del automóvil o de la casa, o el número de amigos y de los clubes a que se pertenece, o el precio del abrigo de pieles de la esposa y el rótulo de la puerta del despacho- y si estas cosas significan para uno más que la tarea bien y calladamente cumplida y los conocimientos y el refinamiento espiritual para adquirirlos, entonces se precisa un cambio de actitud o de trabajo.

Con información de Político MX, El Universal, El Sol de México, Tecnológico de Monterrey.

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