Por: Osvaldo García Ledesma
Con una vasta y amplia historia que se remonta a los últimos años del siglo XVI y principios del XVII, el panteón ubicado en la comunidad de Mineral de Santa Ana (en Guanajuato), ha logrado sobrevivir, luego de unos cuatro siglos de existencia.
Ubicado en la entrada principal a esta comunidad con dirección a Llanos de Santa Ana, este cementerio guarda también míticas y fascinantes historias, que han hecho que sus cerca de 400 habitantes se sientan orgullosos de él y busquen conservarlo.
Con una superficie de unos 65 metros cuadraros, en su interior conserva una Capilla, igual de antigua que el cementerio y también llena de historias y leyendas sobre la presencia de diversos fenómenos en su interior.
En este espacio lo mismo se apilan cientos de tumbas sobre el piso que otro tanto en gavetas, rodeadas por muros hechos de piedra que evidencian la antigüedad de este panteón que se considera que fue uno de los primeros en la zona y en la ciudad de Guanajuato.
Mineral de Santa Ana fue declarado como capital de provincia por la corona española
Aunque no hay una referencia precisa en cuanto a su construcción se refiere, los datos más certeros apuntan a que fue construido en los últimos años de 1,600 y los primeros de 1,700, pues por esas fechas el Mineral de Santa Ana fue tan importante, que en ese tiempo fue declarado como capital de provincia por la corona española.
Junto con el campo santo fue construida en su interior una capilla para ofrecer misas y otros servicios religiosos a quienes tenían la necesidad de sepultar a alguno de sus familiares.
Al entrar en el lugar es posible percatarse de la antigüedad de este sitio, donde los muros son el testigo del paso de los siglos, con paredes derruidas y al borde del colapso, en medio de tumbas y gavetas que parecen guardar en secreto, todo lo que ahí acontecido por cientos de años.
Se desconoce la virgen, santo o deidad a la que en su honor se edificó este centro religioso, ahora abandonado y que se utiliza solamente cuando hay algún sepelio para descansar el cuerpo, antes de procederlo a sepultar.
Las paredes y la cúpula que lo adornan conservan todavía la pintura original y los trazos que junto con formas geométricas le dan un toque de singularidad, en medio de un grupo de tumbas que se apilan en lo que alguna vez fue el altar principal.
Las tumbas son lo mismo de niños que de adultos y se agrupan en medio de un sitio misterioso, que parece resistir al paso del tiempo, como lo hacen sus muros y paredes que ocultos bajo la oscuridad parece que no quieren dejar entrar a nadie.
Sigue abierto al público
Pese a todo, el sitio está abierto al público los 365 días del año y en fechas como el 10 de mayo, que se celebra el Día de la Madre o el 1º de noviembre, Día de los Muertos es visitado por miles de personas que acuden a venerar a sus difuntos.
Por su condición de cementerio regional recibe cuerpos de comunidades vecinas como la Concepción, Agua Colorada, Llanos de Santa Ana, entre otras ha llegado al límite de su capacidad y ya se trabaja en su ampliación.
En medio de muros que parecen a punto de caer, donde el suelo es desnivelado y disparejo es posible, sin siquiera proponérselo caminar sobre una tumba o bien temer porque una gaveta se venga abajo.
Su entrada principal recuerda el estilo clásico de aquellos siglos, con un portón que sostiene un arco hecho a base de cantera rosa y dos hojas de acero que nos recuerdan que vivió mejores tiempos y momentos.