Actores participantes
Ignacio Navarro, narrador y personaje de don Quijote
Jéssica Galindo, narradora y personaje de Dulcinea del Toboso
Guion de la ruta
Teatro Cervantes
Narradora: El espacio que ocupa hoy día esta plaza, llamada por cierto Plaza Allende era destinado al beneficio de metales, lo que explica muy bien la actividad minera en la ciudad, lo que le da su razón de ser. Estas dos esculturas fueron colocadas durante los años setenta del siglo pasado.
Narrador: Originalmente el espacio donde ahora está el Teatro Cervantes albergó el Cine Colonial. Al contrario de teatros que fueron acondicionados para convertirse en cines, este era un antiguo cine que luego se convirtió en teatro. No es un trabalenguas, queridos amigos, es la verdad del sitio, como todas las verdades que les iremos contando a lo largo de esta ruta, con algunas otras locuras dignas de tomarse en cuenta.
Narradora: El teatro se inauguró el 1 de septiembre de 1979 y tiene una capacidad de 430 personas.
Narrador: ¿De dónde nace esta magia, este espejo donde nos miramos todos los días, cómo es que la pluma de Cervantes se arraigó tanto en nuestros corazones de marfil y piedra?
Narradora: Cervantes y don Quijote, don Quijote y Cervantes. Personaje y autor, autor y personaje. El genio creador y su espejo. La locura de don Quijote es la locura de Cervantes, quien concibe a este caballero de la Mancha para acabar con sus propios demonios, con el fin de perpetuar su desasosiego y enfrentar su destino. Este hijo seco, avellanado, este caballero de la triste figura, que imagina cosas nunca antes soñadas ni sentidas, es el mismo Cervantes. Genio creador de sí mismo.
Narrador: ¿De qué hablas hermosa mujer? Yo sé quién soy, y aunque dices que soy un genio, solo te sé decir que mis aventuras fueron ciertas, fuertes y valederas, y que entregué mi alma y mi cuerpo a todas las empresas que me dieron fama de honesto, valiente, respetuoso y digno de encomio.
Avanzamos hablando de la ciudad, de lo que se va observando.
Centro de Estudios Cervantinos
Narradora: Estamos aquí frente al Centro de Estudios Cervantinos, que forma parte de la Red Cervantina Mundial y colabora en la organización del Festival Internacional Cervantino que se celebra cada año en la ciudad.
Narradora: En el interior se halla la biblioteca del Centro de Estudios Cervantinos, que actualmente resguarda cerca de dos mil volúmenes, entre ediciones antiguas (siglo XVIII), normales, raras, curiosas, preciosas o traducidas, y más de 200 ediciones de El Quijote en el idioma español, desde el siglo XVIII hasta nuestros días, además de traducciones en once idiomas, así como lo más importante de la producción crítica y de investigación que ha suscitado la obra de Cervantes. Su fondo inicial quedó constituido con la generosa donación del acervo bibliográfico que durante décadas reunió don Eulalio Ferrer Rodríguez.
Narrador: Don Eulalio Ferrer Rodríguez, otro Quijote como yo, otro loco que tomó ruta hacia este gran país desde la España herida de la guerra civil. Un desterrado, como yo, desterrado de mi juicio, fuera de mí, herido por las injusticias del mundo, por las cuales cabalgaré sin descanso hasta que los malvados de esta tierra dejen de hacer atrocidades sin cuento. Y para eso está mi espada, para defenderme de ellos mi escudo, mi armadura para soportar sus agravios.
Narradora: De este modo, la Biblioteca del CEC puede considerarse uno de los centros bibliográficos cervantinos más importantes en México.
Avanzamos.
Museo Iconográfico del Quijote
Narradora: El edificio está fabricado con materiales y mano de obra guanajuatense. Esta antigua casa-habitación fue restaurada para convertirla en lo que es ahora, el Museo Iconográfico del Quijote, el cual fue inaugurado el 6 de noviembre de 1987. La colección iconográfica de este recinto es heterogénea por sus distintos orígenes, materiales y concepciones, y fue donada por don Eulalio Ferrer para ser admirada por los visitantes nacionales y extranjeros. Muy justo era que el Caballero de la Triste Figura, tan festejado en esta ciudad, tuviera en ella su residencia, tras cabalgar por calles, plazas y teatros durante años.
Narradora: Un antiguo miembro de esta familia nos dice que don Lucio Marmolejo, autor de las Efemérides guanajuatenses, nació en esta casa en 1834. Al parecer, el emperador Maximiliano de Habsburgo se hospedó en esta mansión durante su estancia en Guanajuato, el 18 y 19 de septiembre de 1864, y la última noche fue vitoreado allí por la sociedad guanajuatense.
Narrador: Una casa real para un hidalgo como yo, para un caballero que ha imaginado maravillas, que ha construido una casa llena de locuras caballerescas, de hazañas que nadie jamás ha construido.
Se hace un recorrido por el sitio para mencionar algunos aspectos de las obras que ahí se encuentran.
Avanzamos
Teatro Juárez
Narradora: El Teatro Juárez, un histórico recinto que data de finales del siglo XIX, edificado de 1872 a 1903. Fue inaugurado el 27 de octubre de ese año de 1903 por el presidente Porfirio Díaz.
Narrador: El edificio fue parte del primer convento de franciscanos descalzos en la ciudad de Guanajuato. Pero… Eso es otra historia.
Descripción arquitectónica
Narradora: Desde su inauguración, en el año de 1903, ha sido el centro y la sede de las manifestaciones artísticas más importantes de la ciudad de Guanajuato y su entorno regional, el más importante el Festival Internacional Cervantino.
Narrador: Este asombroso edificio se levantó en un predio en el que siglos antes se había construido el primer convento de franciscanos descalzos o dieguinos.
Narradora: Aunque el Teatro Juárez se inauguró en los tiempos de esplendor de la ciudad, también sufrió con ella sus malas épocas, tales como la terrible inundación que asoló la ciudad en 1905.
Narrador: Este edificio supera todos los juicios de mi desbordante imaginación. Me maravillo ante tan grande prodigio, ante tan grande muestra de espíritu artístico singular. Es una auténtica locura, una locura de armonía, de ritmo, de silencio, de simetría. En este recinto nos reflejamos todos, nos sentimos orgullosos de nuestra magnífica locura.
Obra de teatro
Don Quijote avanza primero que la comitiva. Corre y se detiene de súbito, postrándose a un lado de la tumba. Observa atentamente y luego de unos instantes se desploma. Permanece así hasta que la gente llega al sitio. Don Quijote reacciona. Se incorpora cuando parece escuchar los pasos que se acercan. La tumba debe pasar desapercibida para los visitantes.
Narradora: Sepan ustedes, apreciables visitantes, que el mayor contrario que el amor tiene es el hambre y la continua necesidad, porque el amor es toda alegría, regocijo y contento, y más cuando el que ama está en posesión de la cosa amada, contra quien son enemigos opuestos y declarados, la necesidad y la pobreza.
Don Quijote: ¿Dónde estoy? ¿Quién me ha traído aquí? ¿Quiénes son ustedes? ¿De qué lugar de la Mancha provienen?
¿Les han contado acaso que estoy loco? ¿Sí? ¿Quiénes son ustedes? (Descubre a una Dulcinea entre el público).
Transición. ¡Oh Dulcinea del Toboso, día de mi noche, gloria de mi pena, norte de mis caminos, estrella de mi ventura, así el cielo te conceda cuanto acertares a pedirle, que consideres el lugar y el estado a que tu ausencia me ha conducido!
Aldonza: En confidencia con el público. Yo no soy todo lo que él dice, pero si él lo dice, quizá también lo soy. Porque deben saber ustedes que él me creó, hace muchos años, cuando todavía ustedes no vivían. Lo que ustedes ven ahora realmente, tiene que ver con una locura muy particular: la locura de amor.
Don Quijote: Tus cabellos son oro, tu frente campos elíseos, tus cejas arcos del cielo, tus ojos soles, tus mejillas rosas, tus labios corales, perlas tus dientes, alabastro tu cuello, mármol tu pecho, marfil tus manos, tu blancura nieve. Y ni te llega Elena, ni te alcanza Lucrecia, ni otra alguna de las famosas mujeres de las edades pretéritas, griegas, bárbaras o latinas. Y para concluir con esto, yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada, y te pinto en mi imaginación como te deseo, mi adorada Dulcinea.
Y han también de advertir que no se contentaron estos traidores de haber transformado a mi Dulcinea, sino que la volvieron en una figura tan baja y tan fea como la de una aldeana, y juntamente le quitaron lo que es tan suyo de las principales señoras…
Se acerca al público. Como en confidencia: lo propio de las principales señoras, damas y caballeros, es el buen olor, por andar siempre entre ámbares y flores. Porque les hago saber que cuando se acercó a mí Dulcinea, me dio un olor de ajos crudos, que me encalabrinó y atosigó el alma.
Narradora: Este, damas y caballeros, es el más famoso hidalgo de cuantos han existido, el más insigne caballero que vieron los siglos pasados y verán los venideros, cuya fuerza de su brazo y temeridad de sus actos hizo temblar a gigantes, se enfrentó con molinos de viento, arrasó con todos aquellos hombres y mujeres que se atrevieron a enfrentársele, con sola la fuerza de su acero, con sola la virtud de sus acciones, con solo el poder de su locura.
Aldonza: Como todos ustedes saben, yo no soy Dulcinea del Toboso. En realidad soy una aldeana pobre, consumida por la miseria. Mi nombre es Aldonza Lorenzo, hija de labradores, como lo dice la historia de ese tal Cervantes, pero este ilustre caballero, quién sabe por qué tipo de locura, me llama Dulcinea del Toboso.
Don Quijote: ¿Quién se ha atrevido a hablar de esa manera? ¿Quién que sea tan valiente está dispuesto a enfrentar la fuerza de mi brazo y mi destreza en el pelear? Aldonza es Dulcinea aquí y en todos los lugares de la Mancha, y el que se atreva a contradecirme, probará el filo de mi espada y la sal amarga de mis palabras.
(Se agita. Va hacia el público y enfáticamente, como en amenaza) Y ustedes deben saber que todas estas cosas que hago no son de burlas, sino muy de veras. Así que mis calabazadas han de ser verdaderas, firmes y valederas, sin que lleven nada del sofístico ni del fantástico.
En realidad yo no estoy loco. No porque tenga la mirada extraviada piensen que estoy vacío de los entresijos de la cabeza. Y si porque leo mucho y como poco piensan que vivo otra vida que no es esta. ¿Qué saben ustedes de lo vivido, más de lo que yo sé? El hambre no me ata, las penurias no me detienen, y si es necesario defenderé con mi brazo poderoso las iniquidades tuyas y mías, para que ya no sufras, señora mía de mi alma, los delirios que a diario atormentan tu corazón.
Don Quijote: Porque si yo, por malos de mis pecados, o por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o, finalmente, le venzo y le rindo, no será bien tener a quien enviarle presentado, y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendido: ”Yo, señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malandrania, a quien venció en singular batalla el jamás como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante vuestra merced para que la vuestra grandeza disponga de mí a su talante”. Muy agitado, voltea a ver al público, desconcertado.
Dulcinea se aleja un poco.
Dulcinea: ¿Ven ustedes lo que este maltrecho caballero padece? Una locura de amor como muchos de nosotros hemos padecido alguna vez. Me da una tristeza muy grande que piense que yo pueda amarlo algún día. Y sin embargo, me punza el corazón de solo verlo. Quizá al pasar de los años, en otro momento, por otros senderos, cuando haya entendido su locura. Su amor, damas y caballeros, no está en mi camino, es una mala fortuna.
Don Quijote: Despierta, Cervantes. Despierta. Diles a estas gentes que de tu gran ingenio, imaginación y docta sabiduría has creado esta triste figura mía, tan inclinada a las aventuras y desvaríos que no hay en este mundo ni en el otro un alma que la iguale.
Narradora: Porque locos de amor como él, no ha habido ni habrá jamás en la tierra y en el cielo.
Narradora: Extraño género de locura es esta…
Cervantes: El amor es la mayor de las locuras…
Narradora: que confunde el pasado con el presente…
Cervantes: El amor bien vale un reino…
Narradora: que destruye las fronteras del espacio y el tiempo…
Cervantes: bien vale una cama dura…
Narradora: que sobrevive en los duros tiempos presentes…
Cervantes: un catre…
Narradora: Un amor intangible, etéreo, pero al mismo tiempo real, más real que nosotros, seres de carne y hueso…
Don Quijote: Bien vale el amor este silencio alrededor de mi alma, este silencio tan cercano a la muerte.
Narradora: Acérquense para que escuchen cómo respira, cómo murmura su locura.
Don Quijote: Se levanta. En actitud lastimera. ¡Oh, no! Yo nací para ejemplo de desdichados, y para ser blanco y terrero donde tomen la mira y claven las flechas de la fortuna. Ahora torno a decir, y diré mil veces, que soy el más desdichado de los hombres, y el más feliz por lo mesmo. Yo he amado tanto a mi sin par Dulcinea, que ya cerca de mis últimos instantes, solo ese consuelo me queda, que esté ella muy cerca de mi lecho de muerte, para que el amor y la locura sean uno y lo mismo. Acércate mi dulce señora. Toma mis brazos menesterosos para que sientas en carne propia el estremecimiento de mi amor loco.
Don Quijote: Oh, siento que me voy muriendo a toda priesa; déjense burlas aparte, si es que no me creen, y tráiganme un confesor que me confiese y un escribano que haga mi testamento; que en tales trances como este no se ha de burlar el hombre con el alma.
Narradora: Así fue como don Quijote, el andante caballero de la Mancha, llamado también el caballero de la Triste Figura, vuelto a su condición original, con su nombre de pila, Alonso Quijano el Bueno, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu, quiero decir que se murió.
Aldonza: No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire, no sea perezoso, sino levántese de esa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora Dulcinea desencantada, que no haya más que ver. Si es que se muere de pesar de verse vencido, écheme a mí la culpa.
Una persona del público: (Leyendo) Con la muerte de don Quijote, murió también Dulcinea, y todos los personajes que pueblan esta historia maravillosa. Nunca más se volvió a saber de ellos. Nunca más se volverá a saber de nosotros.
Por: Ignacio Navarro Camarena