Mina el ideólogo libertador de América

Francisco Javier Mina Espoz Larrea nació en Otano, Navarra, España, en 1789. Pasó sus primeros años en las montañas, ejercitándose en la caza, en la que adquirió aquella fuerza y habilidad y aquella resistencia para las fatigas, que tan útiles le fueron en el curso de su agitada y tempestuosa vida.

Fue testigo de la invasión de franceses a su patria, y atestiguó la ineptitud y la cobardía del rey Carlos IV y de su hijo, el futuro Fernando VII. Interrumpió sus estudios de derecho para enlistarse en el Ejército del Centro, en combate contra las fuerzas invasoras de Napoleón, en 1808.

Al luchar contra los invasores fue aprehendido por las guerrillas francesas y remitido al castillo Vincennes, cercano a Paris. Allí estudió matemáticas y técnica militar. Al terminar la guerra y puesto en libertad Mina regresó a España y luchó en contra Fernando VII, que reasumió el trono, e intentó encabezar una revuelta para establecer la Constitución de 1812. Tuvo que huir a Francia y luego a Inglaterra.

Teresa de Mier le habla a Mina sobre la situación del pueblo novohispano

En Londres a conoció a Fray Servando Teresa de Mier, quien lo convenció en luchar contra la Corona, pero desde la Nueva España. Teresa de Mier, junto con la francmasonería, lo indujo a pasar a América a luchar por la independencia y contra el absolutismo.

Fray Servando informó a Mina sobre las durísimas condiciones que sufría el pueblo novohispano.

Para Mina la lucha por la libertad era natural, justiciera e inevitable; por esto contribuyó a redimir a la Colonia de la dependencia y de la esclavitud con todas sus consecuencias políticas y sociales.

El deseaba que se realizara e integrara la patria magna; esto es, la hermandad de España con las colonias de América, pero emancipadas. Consideraba como puntos de partida de su ideal: la afinidad de sangre, de idioma, de cultura y tradición. “Yo hago la guerra contra la tiranía -decía- no contra los españoles”.

Al luchar Mina en la Nueva España contra Fernando VII, defendía sus ideales dentro de la magna España: al saber que en América “se combatía por la libertad […] la causa de las Américas fue mía”. Su participación, en nuestra independencia, tenía como finalidad el mejoramiento cultural y material de la Colonia. La talla de Mina como libertador puede medirse con su célebre frase: “Más me duele ver las cadenas que llevarlas puestas”.

Inician el viaje hacia la Nueva España

Ambos organizaron una expedición que partió de Liverpool hacia Estados Unidos el 15 de mayo de 1816, en la embarcación Caledonia que Mina financió de sus fondos. El hermoso bergatín partió repleto de armamento y estaba dotado de pertrechos militares.

EI 30 de junio a Norfolk, Virginia, donde tuvo enormes dificultades para sacar adelante su empresa. Finalmente pudo armar dos embarcaciones, dirigidas por norteamericanos, que mandó adelante, y salió el 27 de septiembre de Baltimore, hacia Puerto Príncipe. De ahí partió con su escuadrilla el 23 de octubre, rumbo a la isla de Galveston, a donde llegó el 24 de noviembre de 1816.

En Baltimore, Filadelfia, Nueva York y otras ciudades, Mina y Fray Servando Teresa de Mier encontraron el apoyo de los liberales hispanoamericanos allí refugiados, como Manuel Torres y Pedro Gual, pero sobre todo el entusiasmo del general Scott y sus amigos, que engrosaron las filas de los cuadros militares en formación. También se enfrentaron a la oposición del embajador español don Luis de Onís y a su equipo de confidentes y espías, que trataron de impedir cualquier intento de apoyo a la insurgencia. Mina supo moverse con seguridad y confianza, completo sus cuadros de mandos, incorporo algunos barcos a su flota inicial y partió tres meses después rumbo a Puerto Príncipe, la capital de Haití.

En Puerto Príncipe se encontró con Simón Bolívar a quien había escrito y trataba de incorporar a sus planes de desembarco en México. También esperaba el apoyo de los delegados de los insurgentes mexicanos y del general Pietón, presidente de la nueva República. Tras entrevistarse varios días con Bolívar, en casa del comerciante inglés Robert Sutherland que más tarde relató estos encuentros, Xavier partió hacia Galveston, en tierras de Texas, sin convencer al Libertador. Pero contaba con algunos de sus ayudantes (Montilla, Infante, Revenga) y, sobre todo, el apoyo de la flota corsaria del comodoro Aury, puesta bajo pabellón mexicano con base en Galveston.

Confirma las calamidades hechas a los insurgentes mexicanos

AI llegar Mina a la base naval de Aury, se encontró con la confirmación de las calamidades y desastres caídos sobre los insurgentes mexicanos, empezando por la muerte de Morelos y la dispersión del Congreso Mexicano, perseguido por los realistas. La llegada a Nueva España de Ruiz de Apodaca, el nuevo Virrey con imagen de moderado y dispuesto a aplicar medidas de perdón, favoreció el decaimiento de la insurgencia, que entró en un periodo de horas bajas.

Mina esperaba encontrar en Galveston a José Manuel Herrera, el plenipotenciario mexicano ante el Congreso norteamericano, pero Herrera había sido incapaz de pasar de Nueva Orleans y decidió regresar a Nueva España. Afortunadamente llegó a Galveston, Ortíz de Zárate, secretario de Herrera y con él Mina se comprometió a continuar un proyecto tan laboriosamente preparado. También recibió una carta del general Guadalupe Victoria, animándole a desembarcar en México y ofreciéndole su colaboración. Victoria fue más tarde el primer Presidente constitucional de la República Mexicana.

Mina escribió algunas Proclamas y bastantes cartas a través de cuyo texto se pueden recorrer las diversas etapas de su vida, los hechos y sucesos en los que intervino, su manera de entender la realidad americana y los propósitos y determinaciones que le llevaron a participar en las luchas por la independencia y por la libertad.

Es una de estas proclamas escribió: Si la emancipación de los americanos es útil y conveniente a la mayoría del pueblo español, lo es mucho más por su tendencia infalible a establecer definitivamente gobiernos liberales en toda la extensión de la antigua monarquía. Sin echar por tierra en todas partes el coloso del despotismo sostenido por los fanáticos y monopolistas, jamás podremos recuperar nuestra dignidad. Para esa empresa es indispensable que todos los pueblos donde se habla castellano aprendan a ser libres, a conocer y practicar sus derechos… La patria no está circunscripta al lugar en que hemos nacido sino, más propiamente, al que pone a cubierto nuestros derechos personales.

Los intentos de apoyo exterior, que se le iban a prestar desde Estados Unidos y Londres fracasaron. Los estadounidenses estaban preocupados por firmar un “Tratado de fronteras” con España, lo que se hizo en 1819 (Tratado Onís-Adams)y en cuanto a la segunda expedición londinense, preparada en torno al general Renovales, constituyó un completo fiasco debido a la traición del general, que prefirió entregar armas y bagajes a los representantes del rey Fernando en Nueva Orleans y Cuba.

Fue a Nueva Orleans, donde Mina permaneció algún tiempo, embarcando de nuevo en Galveston, el 16 de marzo de 1817. En la desembocadura del río Bravo del Norte, en donde se detuvo para hacer aprovisionarse de agua, dirigió el 12 de abril una proclama a sus soldados en la que pidió disciplina y respeto a la religión, a las personas y a las propiedades.

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