Gran benefactor durante su curato en Dolores

Tras la muerte de su hermano José Joaquín, cura del pueblo de Dolores, Miguel Hidalgo se apresuró a ir a Valladolid para gestionar la plaza que quedaba vacante, pues consideraba más ventajosa la parroquia de su desaparecido hermano que la suya (San Felipe, Guanajuato). 

El 3 de octubre de 1803, Hidalgo tomó posesión del curato de Dolores, cerrándose la etapa de “La Francia Chiquita”. 

Ahí, trabajó de nuevo en favor de los más necesitados, que no dudaron en seguirle años después, justo la noche del 15 al 16 de septiembre de 1810, al grito de “¡Viva la Independencia!”.

Seguía en busca de la libertad

La  irritación de Hidalgo va en ascenso; en 1808 los peninsulares destituyen arbitrariamente al virrey Iturrigaray; quien simpatizaba con la política separatista de los criollos. Un año después en la provincia de Valladolid hubo una conspiración de criollos de varios lugares, que perseguían juntar en la capital virreinal un congreso representativo de todos los confines de la Nueva España, para gobernar esta colonia en representación de Fernando VII rey de España, en el muy posible caso de que la metrópoli ibérica cayera bajo las armas de los galos capitaneados por Napoleón Bonaparte. Esta conspiración fue denunciada, detenidos y procesados los comprometidos.

En enero de 1810, estuvo en Guanajuato y ya leía en casa del cura Labarrieta, La Conspiración de Catilina; allí pidió prestado un tomo del Diccionario Universal en que estaba el artículo referente a la construcción de cañones.

Por las noches se reunían en el curato con todos los obreros de sus fábricas y les leía los libros que trataban de las industrias que ejercían; les hacía explicaciones verbales de los textos y terminaba aquella cátedra industrial a la que no sólo asistían obreros, sino todos los vecinos que querían aprehender; reunidos los principales vecinos y sus familias, se leían los periódicos, se hablaba de los acontecimientos de España y de los del país.

Emprendedor, industrial

José María de la Fuente nos dice: 

“… estableció una curtiduría de pieles y talabartería; una alfarería en la que a fuerza de experiencias llegó a construir loza de superior clase, muy superiora la porcelana extranjera; se dedicó a la cría del gusano de seda y para ese fin, sembró ochenta moreras en terrenos de la hacienda de la Erre -que era suya- y cayó allí mismo una noria para proveerla de agua para el riego, el éxito que obtuvo en la industria de la seda fue semejante al que obtuvo en el de la loza, pues consiguió tejer tela de seda de muy buena clase y de ella regaló una túnica a su cuñada Doña Gertrudis Armendáriz, esposa de su hermano el Lic. Dn. Manuel, y él se hizo una sotana de la misma tela. 

También tejía telas de lana de muy buena clase; explotaba asimismo la cría de abejas que mandó traer de La Habana, para la  producción de cera y de ellas mandó varios cajones a su hacienda de Jaripeo en 1808; se dedicó también a la siembra de viñas, las que hasta, hoy constituyen uno de los ramos de industria de Dolores, y fabricó vino, superior clase…… 

Reflejo de estas particulares experiencias pudo ser en parte al menos, la reforma que llevó al campo de la política nacional.”

Se dedicó al cuidado de su curato y trató de implantar la enseñanza de industrias nuevas que no se conocían en la localidad, según reza su biógrafo Altamirano:

“…que mejorasen la suerte de sus feligreses, a quienes amaba entrañablemente y de quienes era querido y venerado como un padre y un benefactor. Extendió mucho el cultivo de la uva, de que hoy se hacen en todo aquel territorio, considerables cosechas y propagó el plantío de moreras para la cría de gusanos de seda, de las cuales existen todavía en Dolores ochenta y cuatro árboles plantados por él, en el sitio en el que se ha dado el nombre de “Las moreras de Hidalgo”, y se conservan los caños que ordenó hacer para el riego de todo el plantío. Había, además, formado una fábrica de loza, otra de ladrillo, construido pilas para curtir pieles e iba estableciendo talleres de diversas artes. Todo esto y el ser no sólo franco sino desprendido en materia de dinero, le había hecho estimar mucho de sus feligreses y especialmente de los indios, cuyos idiomas conocía, y apreciar de todas las personas que como el obispo electo de  Michoacán, Abad Queipo, y el intendente de Guanajuato, Riaño, se interesaban en los verdaderos adelantos del país. No parece, sin embargo, que en todos estos ramos tuviese conocimientos bastante positivos, ni menos el orden que es indispensable para hacerles hacer progresos considerables… No obstante esto, había conseguido muchos adelantos, hasta hacer con la seda algunas piezas de ropa para su uso y el de la señora última esposa de su padre. Había aumentado también la Cría de abejas y de éstas hizo trasladar muchos enjambres a la hacienda de Jaripeo cuando compró esta finca. Era muy afecto a la música, y además de haberla hecho aprender a los indios de su curato, en donde había formado una orquesta, hacía ir la del batallón provincial de Guanajuato a las frecuentes diversiones que en su casa tenía”.

Los españoles vieron mal la instrucción de Miguel Hidalgo

 

EI gobierno colonial vio con sumo recelo y aún con odio los humanitarios quehaceres que hacía el cura en beneficio de sus feligreses, pues creían que lo hecho en su pobre población podría crecer e ir a competir con la industria española y así terminar con sus monopolios peninsulares. Por lo tanto Hidalgo no se escapó a la persecución y mal querencia de los funcionarios colonialistas, por la tendencia del sacerdote a difundir la civilización y su apego a los menesteres de todos.

 El Nigromante, Ignacio Ramírez, dice sobre Hidalgo en 1810: ‘la vejez, le había dado sabiduría y majestad sin agostar en su pecho las pasiones de una edad florida y sin apagar las luces de su inteligencia; quiso un día ser sabio y fue sabio, pero la Universidad le cerró sus puertas; quiso un día entronizar una industria en México y los gusanos de seda le donaron sus regias vestiduras, pero el monopolio extranjero entregó a las llamas sus rivales; quiso ser agricultor y las viñas  sonreían desde los collados, pero la espada ibera decapitó sus racimos; fecundo en proyectos benéficos y audaces, siempre encontraba al gobierno español cerrándole el camino. Si había sufrido las penas del labrador, del industrial y del sabio perseguido, también se había iniciado con los que sufren por medio de los inocentes goces de la familia; en esta entra el porvenir el día que nos nace un hijo y su cuna es un altar consagrado a la esperanza. ¡Cómo arrancar del pecho de un padre la patria, cuando tiene entre sus brazos a quien dejarla por herencia! Los semidioses entre los bárbaros simbolizan la fuerza y la hermosura; pero en las naciones civilizadas la fuerza se convierte en sabiduría y la hermosura en amor; el conocimiento de todas las ciencias, el amor de toda la humanidad, el representante de todos los padecimientos, éste fue Hidalgo…”

 Siempre trabajó en favor de los más necesitados, que no dudaron en seguirle años después, justo la noche del 15 al 16 de septiembre de 1810, al grito de “¡Viva la Independencia!”.

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