Viernes de Dolores en la Cata

Por: Aura Jáuregui de Cervantes

Existen varias festividades religiosas que los mineros de Guanajuato celebran en distinta formas según el santo patrono que se invoque (San Nicolás Tolentino, San Cayetano, el Señor de los trabajos, el Señor de Villaseca, etc.). Una de ellas se dedica a la Virgen de Dolores que se festeja el viernes de este nombre.

La tradición pide levantar altares a la Dolorosa en las casas, minas y templos de la ciudad. Las flores y enramadas que para tal fin se emplean son llevadas al jardín de la Unión desde la víspera en cargamentos de alhelíes, rosas, manzanilla, nubes, ramas de álamo, macetitas con trigo naciente adornos de papel recortado. Y desde muy temprano, ese viernes, toda la gente, y principalmente los jóvenes, pasean en el jardín de la Unión, que recorren en alegres grupos al son de la música que para ese día se toca en el kiosco.

Durante toda la mañana se celebran misas en los templos de la ciudad y en las minas: Valenciana, Cata, San Vicente, Rayas, la Luz, Mellado, etc., como para consolar a la Virgen y acompañarla en su dolor, pues su hijo será crucificado e irá a morir por el pecado de los hombres una semana después.

Según la profecía de Simeón, la virgen sufriría  los dolores “de ver atravesada su alma por una espada”, como lo dice San Lucas; pero precisamente por esos sufrimientos se considera la madre de los cristianos.

“Pobre madre entristecida

Traspasó tu alma abatida

Una espada de dolor”

…..

“Jesús que al llegar mi hora

Sea María mi defensora

Tu cruz palma triunfal”…

No ha muchos años que se celebran misas en el interior de las minas, a cientos de metros de profundidad. Era el único día que se les permitía entrar a mujeres, pues en cualquier otra fecha su presencia era considerada signo de mal agüero. En la actualidad, por razones de seguridad, se han suprimido las misas subterráneas; solo quedan en el recuerdo, la solemnidad, el misterio y el recogimiento de los asistentes.

La liturgia enseña que el sufrimiento de la Virgen es intenso pero pasajero, porque Cristo va a resucitar, lo cual llenará de gozo al mundo cristiano. Por tanto, la festividad del Viernes de Dolores entraña contrastes de pena y alegría, manifestados en la simbología y colorido de los altares y en regocijo de la fiesta popular. Se puede pensar que el tema del dolor es el que relaciona a la Virgen con el duro trabajo de los mineros. El riesgo constante de perder la ida los lleva a implorar consuelo y el aliento, y tal es la razón por la que se dirigen a la Dolorosa con quien identifican sus sentimientos.

En la ciudad, una de las celebraciones más connotadas a la Virgen, en la fecha referida es la que se lleva a cabo en la Hacienda de Bustos situado en el barrio de La Cata. La Hacienda, en tiempos pasados, se denominaba de Villaseca, que entonces se componía de galeras, molinos, norias, arquerías, fundición, viviendas o “cuadrillas”, las cuales se transformaron en el actual barrio de La Cata. Aquí se ubica el maravilloso templo del mismo nombre, digno de mención especial. Su fachada de estilo churrigueresco con medallones en alto relieve representando motivos de la pasión del Señor. Se venera en esta iglesia el Cristo con la advocación de Villaseca, por haber sido una supuesta donación del rico minero de Zacatecas, don Alonso de Villaseca. Al Cristo mencionado le atribuyen los fieles numerosos milagros; en testimonio de agradecimiento fijan en los muros laterales del templo, numerosos “retablos”, obras artesanales que representan, cada una, de la historia del milagro obrado por el Señor de Villaseca.

Tal es el marco de una de las fiestas notables de la Cuaresma en Guanajuato.

En la capilla abierta de la Hacienda de Bustos, a medio día del Viernes de Dolores se oficia una de las misas más concurridas. La imagen de la Virgen preside el acto en su altar profusamente adornado con ramas de álamo, alhelíes en todos los tonos, banderitas de colores (antes eran de oro volador) insertadas en naranjas, veladoras, incienso, guías de papel calado con motivos litúrgicos. Durante el oficio en conjunto toca música sacra, el sacerdote recuerda el preludio de la pasión de Cristo. Terminado el acto, se obsequia agua fresca y nieve de variados colores y sabores. Los músicos ejecutan, mientras, composiciones populares.

La amistad se expresa y el regocijo se expande, en tanto que el aroma de las flores perfuma el ambiente. Es un día solaz para los mineros y para la población en general. Es una fiesta guanajuatense cuyo ritual se repite año tras año, como una de las tradiciones más queridas de nuestra ciudad.

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